Mugica, símbolo del compromiso eclesiástico con los sectores
A 40 años del asesinato
Mugica, símbolo del compromiso eclesiástico con los sectores
El sacerdote, quien eligió dejar atrás una condición social privilegiada para abrazar la vocación religiosa al servicio de los pobres, se convertía hace 40 años en un símbolo del compromiso eclesiástico con los sectores populares, al caer asesinado por la organización parapolicial Triple A, que comandaba el entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega.
Nacido en el seno de una familia tradicional de Buenos Aires, y bautizado como Carlos Francisco Mugica Echagüe, fue un chico inquieto, enérgico, al que le gustaba jugar al fútbol y tuvo a Racing como la primera gran pasión de su vida.
Vivió durante su infancia en el palacio Ugarteche, en pleno Barrio Norte, pero eso no le impedía escaparse los domingos hacia Avellaneda junto con su amigo Nico para deleitarse con aquel equipo que ganó el tricampeonato en 1949, 50 y 51.
Cursó en la Colegio Nacional Buenos Aires cuando emergía el peronismo como movimiento político y luego siguió la carrera de derecho, pero sus inquietudes espirituales pudieron más y en 1952 decidió ingresar en el seminario.
Se ordenó sacerdote en 1954, en la época en la que Juan
Domingo Perón había entrado en un conflicto sin retorno con la jerarquía de la Iglesia Católica, una de las incidencias que fueron determinantes para el derrocamiento del fundador del justicialismo, un año después.(Telam)
Como cura joven se incorporó a los equipos pastorales que hacían trabajo
en los conventillos de Buenos Aires, y allí percibió el dolor que el
derrocamiento de Perón había provocado entre los pobres.
En los
`60, la Iglesia inició, bajo el papado de Juan XXIII, el debate del
Concilio Vaticano II, la reforma que puso fin a las misas en latín y de
espaldas a los fieles.
Todo indicaba, desde una mirada optimista,
que el catolisismo optaría definitivamente por los pobres en un mundo
convulsionado por la Guerra Fría.
Mugica, mientras trabajaba en la Acción Católica, completaba una sólida formación filosófica y teológica.
En
1966, se puso al frente de grupos misioneros estudiantiles en el Norte
de Santa Fe que llevaban a cabo tareas evangelizadoras en el monte
destinadas a las familias campesinas.
Uno de esos grupos estaba
formado por tres jóvenes que estudiaban en el Nacional Buenos Aires:
Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich, quienes
luego integrarían el grupo que fundaría la organización Montoneros.
Un
año después, inició un viaje hacia Europa, que primero lo llevaría a
Bolivia, donde le reclamó al régimen militar la entrega de los restos de
Ernesto Che Guevara.
Se trasladó luego a París para estudiar
comunicación social, allí, en mayo de 1968, presenció la revuelta
estudiantil contra la administración de Charles De Gaulle, y si bien no
compartía en plenitud el ideario de los manifestantes, admiraba la
rebeldía que esos jóvenes franceses exhibían en las calles.
Se
unió al movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo; visitó a Perón en
su exilio en Madrid y tras charlar largamente con él, entendió que debía
volver rápidamente a la Patria para luchar en favor de los humildes
desde los preceptos del evangelio.
Volvió a Barrio Norte y se instaló en el altillo de un edificio, desde ese lugar contemplaba la formación de la villa de Retiro.
Era
ahí donde este cura joven, locuaz y pintón quiso dar la comunión;
organizar actividades; ofrecer talleres; armar campeonatos de fútbol e
impulsar una bolsa de trabajo.
“Tengo los días contados. Sé
que me van a matar y será López Rega. No me importa, lo único que no
quiero que le carguen el crimen a otros”
Tras el
Cordobazo de 1969, Argentina entró en un período de alta conflictividad
social en el que diversas organizaciones políticas y sindicales buscaban
forzar el final de la dictadura militar que mantenía proscripto al
peronismo.
En ese contexto, aquellos estudiantes que habían
misionado con Mugica en Santa Fe fundan Montoneros con el propósito de
lograr la vuelta de Perón al país, y poco despues se presentan en
sociedad con el secuestro del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu, el
lider golpista que en 1956 había ordenado los fusilamientos de los
generales Juan José Valle y
Raúl Tanco, además de la muerte de varios militantes peronistas en los basurales de José León Suárez.
Pocos
meses después, en un hecho confuso, Abal Medina y Ramus mueren el 7 de
septiembre de 1970 en una emboscada en el Oeste del Conurbano bonaerense
y sus funerales se convierten en un acto de oposición al régimen
castrense.
El cura de la Villa de Retiro pronuncia un discurso en
homenaje a los jóvenes caídos que las autoridades no toleran y ordenan
su encarcelamiento.
“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a
la violencia de ver chicos hambrientos; de soportar el dolor de los
pobres; por decirles que no sólo de pan vive el hombre. Quiero vivir
para ellos y morir por ellos”, era la oración que el religioso
pronunciaba en las misas que daba entre los vecinos de la villa. No
obstante, a medida que las condiciones políticas comenzaban a ser más
propicias para el retorno de Perón, Mugica comenzó a plantear
diferencias con la conducción de Montoneros, pues entendía que “no podía
proseguir la lucha armada si el líder de los trabajadores gobernaba el
país”.
Al ganar Héctor Cámpora las elecciones presidenciales de
1973, Perón le propone a Mugica sumarse como asesor al Ministerio de
Bienestar Social que dirigía López Rega.
Luego de varias consultas con compañeros de sacerdocio y militantes villeros, el sacerdote acepta un cargo honorario.
Las
diferencias con “El Brujo” se hicieron insalvables y Mugica, en una
asamblea del Movimiento Villero de Liberación decide presentar su
renuncia al cargo y volver a su misión pastoral.
Las actividades
políticas del cura se multiplican y la jerarquía eclesiástica, harta de
sancionarlo, le propone que deje el sacerdocio, algo que Mugica
desestima por completo.
“Tengo los días contados. Sé que me van a
matar y será López Rega. No me importa, lo único que no quiero que le
carguen el crimen a otros”, le confió a su hermano Alejandro.
El
sábado 11 de mayo de 1974, tras oficiar misa en la capilla San Francisco
Solano, Mugica recibió 14 balazos de parte de un banda dirigida por
Rodolfo Eduardo Almirón, un sicario de López Rega.
Desde varios
medios ligados a la derecha se sostuvo que la muerte de Mugica era obra
de Montoneros, y aunque la organización lo negó de forma inmediata, esa
falsa imputación se difundió durante años.
En 1984, un sujeto
llamado Juan Carlos Juncos confesó frente al juez Eduardo Hernández
Agramonte, que López Rega le había pagado una suma cercana a los 10.000
dólares para matar “a ese curita que lo perjudicaba políticamente”.
El
entierro del padre resultó multitudinario y los habitantes de la villa
llevaron a pulso su féretro hasta el cementerio de La Recoleta.
En
1999, sus restos fueron depositados en la Parroquia Cristo Obrero,
donde descansa junto a los humildes como un cristiano que lo dio hasta
su propias vida con tal de que los pobres vivan mejor en la tierra.