Subir la tasa de interés: Un remedio peor que la enfermedad
El Gobierno sigue fiel a la improvisación y a su característica incapacidad de caminar y mascar chicle. La suba de tasas para frenar la devaluación tiene un costo superior a la continuidad de la corrida por Lic. Guillermo Moreno* Lic. Norberto Itzcovich* Dr. Claudio Comari*
Cuando en las decisiones de una empresa comienza a tomar mayor relevancia el gerente financiero que el de producción o comercialización, se atisba una situación dramática.
Esta es una realidad que se torna cada vez más vigente en el día a día de las compañías residentes en nuestro país.
Para comprender el porqué, resulta indispensable considerar el carácter bimonetario de la economía argentina, en la cual los gastos corrientes se realizan en pesos, pero los de mediano y largo plazo (bienes de consumo durable y de inversión) se cuantifican y pueden erogarse en dólares. A su vez, cuando se acelera el proceso inflacionario que perfila una caída en la demanda de moneda doméstica, la preservación del ahorro, para las familias y las empresas, suele realizarse en la divisa norteamericana.
En este marco, y fiel a su impronta de la improvisación como "modus
operandi", y con su característica incapacidad de caminar mientras masca
chicle, el gobierno ha concentrado todos sus esfuerzos en la contención
de la tendencia ascendente del tipo de cambio, elevando la tasa de
interés, y en consecuencia el costo del crédito, a niveles inauditos.
Billetera mata galán
La
justificación del concepto de tasa de interés (valor monetario
expresado en porcentaje que debe pagar el deudor por el uso de una suma
que se le ha concedido en préstamo), se basa en la consideración de que
quien recibe el crédito se beneficia de él, al poder crear un ingreso
adicional, por lo que aquel que lo otorga también tiene derecho a
coparticipar de este provecho.
Sin embargo, los actuales niveles
de tasa de interés real1 tergiversan este concepto, transformándola en
confiscatoria del activo de la firma.
La idea fuerza que subyace a
la decisión tomada por el actual oficialismo, es que la espiralización
de los tipos de interés resulta, para la actividad económica, menos
dañino que funcionar con un tipo de cambio al alza e indeterminado, en
el corto y mediano plazo, en un rango de valores razonablemente acotado.
Pero
acontece que en nuestra economía las empresas, en general, han
encontrado los mecanismos para continuar produciendo y comercializando
sus bienes y servicios (no exentas de dificultades, utilizando la
modalidad de "remito abierto" o en dólares a plazo) en contextos
devaluatorios.
Aunque también es cierto que algunos agentes,
guiados por conductas especulativas, acopiaban la mercadería, y
esperando una suba de su precio desabastecían el mercado, incrementando
la zozobra en la población.
Por ello, las crisis económicas
vividas en nuestro país fueron, en rigor, alteraciones de mayor o menor
intensidad en la distribución de las mercancías. Es decir que los bienes
existían, y en lugar de circular a la velocidad usual, se acumulaban en
algún punto de la cadena de producción-comercialización, a la espera de
un cambio de las condiciones que habían determinado el "acaparamiento".
Una
vez modificado ese elemento contextual determinante, el
restablecimiento de la normal provisión de los mercados sólo dependía de
la aceleración de la distribución.
En cambio, el actual nivel de
las tasas de interés (cuya referencia fija el BCRA) perjudicó tanto a
las pequeñas y medianas unidades de negocios (Pymes), como a las
Empresas Capital Intensivo (grandes compañías), cuya función de
producción se ve tremendamente impactada por los actuales niveles de las
tasas de interés reales. (Ver "Llegó la supercrisis. Evitemos la
hipercrisis", BAE Negocios 14-5-18 y "Demasiado tarde para lágrimas",
BAE Negocios 18-6-18).
Las firmas se encuentran en la situación
de no saber si el precio al que comercializan su producido cubre o no
sus costos totales. Ante esta situación, el desabastecimiento que se
comienza a percibir es de una naturaleza distinta al ut supra señalado,
ya que deviene de la desestructuración de los costos-precios que fungen
como orientadores de la actividad.
Así, en este caso, la
contracción de la producción finalmente podría derivar en que las
mercancías sean insuficientes o directamente inexistentes.
Las consecuencias sociales de esta situación serían gravísimas.
Es que el abastecimiento normal del mercado requeriría restablecer, antes que nada, la propia producción.
Es
decir que los plazos de la reconstrucción, aún en niveles mínimos, de
la actividad económica para la satisfacción de las necesidades básicas
de la población serían, forzosamente, más prolongados que los que se
hayan experimentado alguna otra vez.
Para muestra basta un botón o tres
Como
dice el popular dicho, un puñado de ejemplos de la imposibilidad de
desarrollar actividades productivas en este marco macroeconómico bastan,
desgraciadamente, para describir cabalmente la situación:
? Las
declaraciones del presidente de una importante industria automotriz,
quien sostuvo recientemente "con las tasas de interés de hoy no hay
industria ni negocio que se pueda sostener", y agregó "estamos
comercializando muchos de nuestros modelos a pérdida".
? El caso
de una destacada empresa molinera, que luego de adquirir otros
establecimientos puestos a la venta en el mismo sector, se encuentra con
inconvenientes para refinanciar su pasivo. En este caso debe
considerarse que la magnitud que tiene su oferta de harina en el mercado
(aproximadamente el 40% del total), hace que peligre el normal abasto
de la población.
? Las dificultades en la refinación y
comercialización mayorista de combustibles, que están perturbando tanto
las actividades del sector primario, incluyendo siembra y cosecha, como
las de las empresas de transporte de pasajeros y de mercancías, ya que
queda indeterminado un vector fundamental de sus costos totales.
Decíamos
semanas atrás ("Persiguiendo su propia sombra", BAE Negocios, 4/6/18):
"en fuga hacia adelante, el oficialismo enfrentó las tensiones
cambiarias devenidas de la agresiva dolarización de carteras de
inversión (producida a partir de la caída de la demanda de la moneda
local), con una inconcebible suba de las tasas de interés. Con ello
consiguió, transitoriamente, sofrenar la devaluación de la moneda
nacional, pero a un costo enorme, inclusive superior al que hubiera
generado la continuidad de la corrida cambiaria".
En la memoria
de nuestro empresariado ha quedado registrada la forma en que se
atravesaron las crisis de 1989 y de 2001. Era inimaginable, para quiénes
lo "habían vivido todo", que una gestión gubernamental condujera al
aniquilamiento del aparato productivo argentino.
Pero lamentablemente, en la era de Cambiemos "sí se puede".
1.-
La Tasa de Interés Real Anual es la que surge de sustraer a la Tasa
Nominal Anual (TNA) la inflación del período. Es distinta de la Tasa
Efectiva Anual (TEA) que es aquella a la que efectivamente está colocado
el capital, dado que la capitalización del interés en determinado
número de veces por año da lugar a una tasa efectiva mayor que la
nominal. Tampoco debe confundirse con el Costo Financiero Total (CFT)
que es el que debe tenerse en cuenta al evaluar la decisión de toma de
un préstamo, y se determina agregando a la tasa de interés los cargos
asociados a la operación, tales como seguros, impuestos, y gastos de
resumen, entre otros. Es decir que habrá que pagar un CFT, aunque la TNA
sea 0%.
*MM y Asociados