Aumenta el riesgo de un nuevo default
Wall Street duda del plan financiero que le presenta el equipo económico de Macri. Aumenta el riesgo de un nuevo default Está tocando la puertaEl desmanejo monetario y cambiario de la economía macrista está espantando a los inversores de bonos argentinos. El presidente Macri viajará a Nueva York para tratar de convencerlos de que no habrá default. La ilusión de un rescate de emergencia del Tesoro de Estados Unidos. Por Alfredo Zaiat Pagina 12
La economía argentina está en riesgo de default. Lo dicen analistas de calificadoras de riesgo, de fondos de inversión y de bancos internacionales. Es una situación increíble en la que se encuentra la economía macrista, que heredó una desendeudada.
Es increíble por la velocidad del suceso, no así por la tendencia que
estaba señalada por el vertiginoso endeudamiento, la liberalización
extrema del mercado cambiario, la apertura sin restricciones para el
ingreso y egreso de capitales especulativos y la desarticulación de la
administración del comercio exterior. Quedar a las puertas del default
era así un escenario probable pero no que fuera tan rápido, apenas a 32
meses de gobierno. Esto desmorona, una vez más, las zonceras de
economistas del establishment que prometen el paraíso con la
desregulación financiera y la receta neoliberal. La Alianza Cambiemos se
sometió con placer a las demandas judiciales desproporcionadas de los
fondos buitre y privilegió al capital financiero internacional, además
de rogar y conseguir ser ascendido a la categoría mercado emergente y de
entregar la gestión económica al Fondo Monetario Internacional. El
saldo es impactante: la posibilidad de otra cesación de pagos de la
deuda argentina, instancia dramática por sus consecuencias
socioeconómicas inmediatas, pero que, a la vez, se ha convertido en la
principal vía para comenzar la compleja reconstrucción económica después
de la noche macrista.
Argentina en los primeros lugares del ranking | Riesgo de crisis monetaria
Por Alfredo Zaiat
La
situación es tan crítica que el presidente Mauricio Macri viajará a
Nueva York, a mediados del mes próximo, con motivo de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, compromiso que le disgusta -se entiende
porque tiene que dar un discurso- y por eso estaba asignada a esa tarea
la vicepresidente Gabriela Michetti, como el año pasado. El cambio de
planes se debe a que en Wall Street quieren escuchar en forma directa a
Macri, no a delegados, como a los enviados la semana pasada. La misión
integrada por el vicepresidente del Banco Central, Gustavo Cañonero, el
secretario de Finanzas, Santiago Bausali, y el vicejefe de Gabinete,
Mario Quintana, fue un fracaso. No lograron convencer a banqueros y
administradores de fondos de inversión de que existe un plan financiero
consistente para evitar el default.
Macri va a pedir compasión a
Wall Street. Los financistas que se reunieron con esos tres funcionarios
les expresaron desconfianza acerca de la capacidad de avanzar en el
ajuste fiscal en un año electoral. También les trasmitieron dudas de la
posibilidad de la reelección de Macri. Pero lo más relevante es que les
trasladaron las inquietudes que tienen acerca del plan financiero
oficial para cumplir con el pago de intereses y capital de la deuda
hasta fin del año próximo.
Este es un cuadro de situación que
impresiona: Wall Street evalúa el default argentino como probable y el
presidente Macri tiene que ir a Nueva York a prometer que Argentina no
declarará un default. Se reunirá con ejecutivos de bancos y fondos de
inversión, entre ellos los de Templeton y BlackRock. Estas dos firmas
forman parte del grupo de fondos más especulativos del mercado y son los
que brindaron el salvavidas para la primera corrida que enfrentó la
conducción de los mesadineristas Luis Caputo y Gustavo Cañonero en el
Banco Central.
Hace tres domingos, aquí se reveló que Templeton y
BlackRock son los fondos que acumulan más papeles de deuda argentina,
los mismos que fueron los principales compradores de los bonos Bote y
PeDo (bono dual, Pesos/Dólar), en mayo pasado. Entre los fondos con
tenencia declarada de títulos, en pesos y en dólares, que suma 28 mil
millones de dólares, Templeton concentra 6200 millones y BlackRock, 3700
millones. En el tope de ese ranking se ubica Allianz SE (Pimco), con
6400 millones de dólares. Cañonero fue el socio argentino de Templeton a
través de su firma SBS.
Promiscuidad
La promiscuidad de la
economía macrista con esos fondos de inversión es obscena, siendo
BlackRock integrante de los denominados fondos buitre, según la
calificación que hace el propio mercado financiero. Macri teniendo que
reunirse con esos fondos para disuadirlos de que no bajen el pulgar a la
deuda argentina es otra muestra del naufragio de otro experimento
neoliberal y un aporte más que hace el hijo de Franco a la degradación
de la figura de la primera magistratura.
Durante dos años, bancos y
fondos internacionales se saturaron de bonos de deuda argentina y ante
el fiasco de la economía macrista empezaron a liquidarlos hace cuatro
meses. El riesgo país se duplicó hasta los 700 puntos. El gobierno está
desesperado para detener la corrida contra los títulos argentinos,
cotizaciones que colapsaron con pérdidas de 25 a 35 por ciento en
dólares, para los bonos de corto y largo plazo, respectivamente. El
secretario Bausili, ex ejecutivo de JP Morgan y Deutsche Bank, no ocultó
su angustia frente a los financistas. De acuerdo a la crónica publicada
en el portal de noticias Infobae, Bausili les dijo que “no les pedimos
que compren más bonos argentinos, ni siguiera que reinviertan los
cupones que cobran. Nos alcanza que hasta fin de 2019 no salgan a
vender”. No deja de ser asombrosa esta solicitud de misericordia a los
verdugos de Wall Street por parte de uno de sus miembros, que
circunstancialmente es funcionario público.
Tan cerrado está el
acceso al financiamiento en el mercado internacional y tan estrecho el
de la plaza local, que Cañonero buscó tranquilizar a los financistas
revelando que manejan la opción de pedir un adelantamiento de futuros
desembolsos trimestrales, de 2916 millones de dólares cada uno, del
Fondo Monetario Internacional, para garantizar el pago de la deuda hasta
fin de 2019. Es una promesa arriesgada porque el FMI no quiere que sus
dólares sean utilizados para cancelar deudas, sino que el objetivo del
crédito de 50 mil millones de dólares -al 15 de diciembre de este año ya
habrá entregado 20.775 millones, el 42 por ciento del total- era abrir
el mercado internacional. Esa misión fracasó y ahora aparece un vacío
financiero, desde donde emerge el fantasma del default.
La confianza
del gobierno de conseguir el apoyo político del FMI para acelerar el
giro de dólares descansa en la idea de que la Argentina de Macri es
clave en la estrategia geopolítica de Estados Unidos para enterrar las
experiencias populistas en América latina. En realidad, el objetivo
estadounidense es frenar la influencia de China en la región, a la que
se asocia con gobiernos populistas. Puede ser que esa misión esté
bastante avanzada, teniendo en cuenta el repliegue táctico de capitales
chinos en Latinoamérica.
El Tío Sam
Las estimaciones de
disponibilidad de dólares para cubrir los vencimientos de deuda que
realizan en Wall Street muestran que ni con los dólares del FMI alcanza.
La Bomba Letes en dólares tiene la mecha encendida y los compromisos
alcanzan a 2000 millones por mes hasta fin de año. Pero es una bola de
nieve que no disminuye, sino que crece incluso dejando que inversores
compren esos papeles con pesos –emitidos por el BCRA– con el compromiso
oficial de entregar dólares –billetes que no emite el BCRA y que cada
vez son más escasos–. Es una opción ofrecida por el Ministerio de
Hacienda y Finanzas inconsistente e irresponsable del manejo de las
cuentas públicas (ver nota de Raúl Dellatorre, página 6).
Si el
salvavidas adicional del FMI apurando desembolsos no es suficiente, el
Gobierno está filtrando a través de voceros oficiosos que contará con el
apoyo de Estados Unidos vía una línea contingente de la Reserva Federal
(banca central estadounidense) o directamente del Departamento del
Tesoro. Un interesante artículo de Sebastián Maril en el newsletter de
Research for Traders, “El Tío Sam no ofrecerá asistencia económica a
Argentina tan fácilmente”, explica que Estados Unidos rara vez abre la
billetera para ayudar a un país necesitado sin que éste sea de interés
nacional. Detalla que en 2016 otorgó asistencia financiera a 142 países
por un total de 48.400 millones de dólares. Irak, Afganistán e Israel
fueron los principales receptores de esos fondos que, en ciertos casos,
fue exclusivamente en forma de ayuda militar. ¿Argentina tiene ese lugar
tan relevante en América latina para el Estados Unidos de Donald Trump?
El
reporte indica que el gobierno de Estados Unidos debe justificar al
Congreso la necesidad de ayudar a un país con problemas económicos.
Existen excepciones, como el salvataje a México, dispuesto en enero de
1995. El entonces presidente Bill Clinton autorizó al Tesoro a entregar
una línea de préstamo contingente por 20.000 millones de dólares,
otorgada por el Fondo de Estabilización Monetaria (ESF, en inglés). Fue
la primera vez que fue utilizado para estabilizar el valor de una moneda
de otro país. Hoy ese fondo suma 105.000 millones de dólares, de los
cuales 58.100 millones forman parte de los aportes que realiza Estados
Unidos al FMI. El informe concluye que “Argentina podría recibir ayuda
financiera del Tesoro de Estados Unidos de la misma manera que México
fue asistido durante el Efecto Tequila”. Para advertir que, de llegar a
esa instancia, “Trump enfrentará un Congreso muy dividido que
cuestionará la necesidad urgente de asistir a una Nación lejana cuando
existen otras prioridades económicas más cercanas”.
Ese salvataje es
improbable, pero es una ilusión que sirve para estirar un poco más la
agonía de la economía macrista. Incluso si se concretara, ese auxilio de
emergencia, en el actual contexto de fuga de capitales, déficit
comercial que acumula 19 meses de saldos negativos y fuerte
desequilibrio de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, sólo
serviría para ganar tiempo para un desenlace que se presenta como
inevitable.