Cayo La Liga de Compradores y Estafadores
La Liga, ese fantasmal actor inmobiliario queda al descubierto tras una profunda investigación judicial. Para algunos era un mito, para otros un peligro al que nadie podía acercarse. Eran personas, hombres mayormente, dedicados a apropiarse de las subastas judiciales y a hacer grandes negocios. La Justicia por fin se esforzó en meterse en ese mundo. Y descubrió la verdad oculta más comentada de Mar del Plata. Por Fernando del Rio La Capital Mar del Plata. Desde 2013, prácticamente cualquier subasta que tenía lugar en Mar del Plata caía en manos de alguno de los integrantes de la "La Liga de Remates". Detenidos: Héctor Monteros (58), mientras que Oscar Larluz, Luis Puga y Adolfo Salminci quedaron detenidos en sus domicilios por ser personas incluidas en grupos de riesgo penitenciario. Larluz tiene 70 años, Puga tiene 74 y Salminci, 66.
Su accionar fue tan burdo que no honraron a las órdenes secretas. Porque
La Liga daba la ajena impresión de ser eso, una logia reservada para
unos pocos. Una hermandad de aquellas que sobrevive a fuerza de códigos
discretos y en la que el anonimato es la fuente de su poder. Aún hoy,
con sus armas replegadas, se la sigue conociendo como La Liga en
distintos puntos del país donde violentan subastas inmobiliarias para
quedarse con propiedades y eliminar la chance de cualquier particular
que se atreva a ofertar. Pero en Mar del Plata su renombre fue tan
sonoro que se convirtió en un obstáculo insorteable en el mundillo de
los bienes raíces y tomó coraje para creerse, sus miembros, que nadie
los podía tocar. Ahora, luego de tantos años de protección, años en los
que nadie se comprometía a confrontarla, una profunda investigación
judicial la hizo implosionar.
La Liga es la Liga de Compradores, un
grupo heterogéneo y algo abstracto de personas que pululan alrededor de
las subastas públicas. El Cuerpo de Ayuda a la Instrucción Técnica
(CATI), liderado por Javier Pettigiani, trabajó durante más de dos años
para entregar un informe de 300 páginas al fiscal Alejandro
Pellegrinelli.
Dicha investigación arrojó preliminarmente que entre
el 1 de diciembre de 2013 y el 3 de octubre de 2018 todas las subastas
de inmuebles en Mar del Plata mostraban repetidos hasta la ridiculez a
los nombres de los asistentes y a los postores ganadores. Una repetición
sistemática ya que de 526 remates judiciales que se llevaron adelante
durante ese período, el 64 % fue ganado por la Liga.
En Mar del Plata
asistir a una subasta en las últimas décadas era, en el mejor de los
casos, salir con las manos vacías y con una extrema desilusión causada
por no poder siquiera ofertar por esa propiedad que parecía alcanzable.
En el peor de los casos era sufrir aprietes, agresiones y la invitación
hecha por matones a no participar.
El gran obstáculo para investigar a
la Liga fue siempre la ausencia de un delito visible. En su más simple
definición se trata de un grupo de personas que amañan subastas
judiciales y a tal punto se opacó esa democrática actividad que desde
hace varios meses se impuso la variante online, a los fines de evitar
aquellas maniobras. Eso sí, la primer subasta histórica de Mar del Plata
por internet, la ganó uno de los principales implicados en esta
investigación.
Para el fiscal Pellegrinelli y el juez de garantías
Saúl Errandonea, que autorizó los allanamientos y las imputaciones, los
miembros de la liga utilizaron en el período analizado métodos lindantes
con lo ilegal y en ocasiones francamente lícitos con el objetivo de
hacerse del total o parte de bienes inmuebles y muebles al valor más
bajo posible para luego hacer negocios con los mismos y sacar comisiones
o diferencias económicas en posteriores transacciones.
En la
práctica consistía en desalentar a eventuales postores o captar a
interesados de forma previa, en las afueras del remate, o durante la
misma subasta, a la vista de todos y en ocasiones con una conducta
pasiva del martillero y del personal de seguridad apostado en el salón
del colegio de Martilleros de calle Bolívar.
Para comprender con más
exactitud cómo actuaban vale el ejemplo de la subasta del 12 de
diciembre de 2016 cuando se puso en remate una propiedad del barrio
Bosque Alegre consistente en un galpón y dos viviendas por una base de
244 mil pesos. Ese día un hombre vinculado al mundo inmobiliario pero
sin ningún antecedente en remates fue el ganador, con una oferta final
de 251 mil pesos. El espíritu de la subasta es la de conseguir el más
alto precio posible para un bien a partir de la puja entre interesados.
Cuando no hay más que un interesado –algo difícil de aceptar si la
oportunidad es buena- ese valor final no sube.
Lo concreto es que
aquella mañana apenas el martillero dijo el valor de la base el postor
que finalmente ganaría la subasta gritó “250”, tal como pudo verificarse
en la grabación de audio y video. El martillero interpretó,
naturalmente, que la oferta no era de 250 pesos, sino de 250 mil, por lo
que inició el conteo para cerrar la subasta. Sin embargo, de forma
sorpresiva y desde el fondo del salón, un postor ingenuo y desconocido
del resto gritó “300”. En las imágenes se observa cómo varias
concurrentes (algunos de los hoy imputados) se levantaron y se
dirigieron hasta él, lo señalaron, y lo abordaron sin considerar
siquiera la presencia de su hijo.
Tal como surge de la grabación el
martillero dijo entonces con tibieza “yo les agradecería que lo dejen si
quiere ofertar” a lo que uno de los intimidadores respondió “se
confundió”. Increíblemente -o no- el remate continuó con el martillero
aceptando la oferta del atemorizado postor por 250.300 pesos. Es decir
que en lugar de repetir el criterio anterior (si “250” eran 250 mil,
“300” son 300 mil) el martillero acomodó la oferta para no elevar el
precio del inmueble y eso permitió que el postor inicial ofertara 251
mil pesos. No hubo más puja y la propiedad se vendió a ese precio.
Un agregado: la propiedad se pagó 15.427 dólares cuando en realidad su valor era de 400.000 dólares.
La investigación
Cuando
el ciudadano común, aquel que está lejos de la ámbito judicial, imagina
una investigación suele verse influenciado en ese ejercicio por la
ficción que le regala el cine o, en estos tiempos, el streaming. De modo
que cae con facilidad en la desilusión. No obstante, lo que realizó el
CATI (también muchas causas de la DDI Mar del Plata tienen ese rigor
investigativo) es de un nivel superlativo. Por casi 2 años el grupo de
trabajo se enfocó en analizar expedientes, videos, escrituras, tomar
testimonios y entrecruzar datos para un informe final de 300 páginas,
con 52 anexos y prueba documental.
Esa labor concluyó en que la Liga
no era un mito, que existió y tal vez exista, ahora bajo otras reglas de
juego. Una Liga que se dedicaba a favorecer a personas interesadas en
adquirir la propiedad sin pujar a cambio de un comisión pactada de
antemano o bien comprándola ellos mismos a modo de representación.
También
entraba en acción cuando la subasta tenía su base alta, circunstancia
que los hacía no pujar para que la misma sea declarada desierta. Eso
lleva al martillero a fijar una base más conveniente o desaparecerla
directamente. Incluso se producían situaciones inverosímiles como subir
al extremo la oferta para anular la subasta, ya que luego al querer
cobrarse el postor decía que no tenía el dinero.
Todo ese compendio
de maniobras articuladas se tradujo durante años en un “fenomenal
negocio”. Un negocio sencillo: comprar barato y revender a precio de
mercado. Pero además, con el agravante de generar una “zona negra y
propicia para el lavado de dinero”.
La investigación señala a 25
personas como integrantes de la última “generación” de la Liga (existe
desde hace décadas) y el liderazgo se le atribuye a Oscar Roberto
Larluz, Luis Alberto Puga y Héctor Ricardo Monteros.
colegio
Las subastas
La
Liga opera desde hace décadas en Mar del Plata. Todo el mundo sabe de
su existencia y se cumple aquella sentencia de “no hay pruebas pero
tampoco dudas”. Sin embargo, la investigación solo pudo circunscribirse a
poco menos de un lustro, entre el 1° de diciembre de 2013 y el 3 de
octubre de 2018 cuando se desarrollaron 526 subastas por diferentes
inmuebles que llegan a remate por intervención judicial.
En verdad
fueron 510 las subastas que finalizaron positivamente y de ese total
Oscar Larluz, considerado uno de los jefes de la Liga, ganó 102. Sin
embargo, solo en 11 actuó comprando para sí mientras que las demás la
hizo en representación de terceros comitentes.
Luis Alberto Puga se
quedó con 68 en total y Ricardo Monteros en 75. Este último también fue
comitente de los demás. El listado se extiende a familiares de los
anteriores y a otros actores de la Liga para quedarse con el 64% de
todas las subastas de Mar del Plata entre el 1° de diciembre de 2013 y
el 3 de octubre de 2018. Las demás subastas no los tuvieron ganadores
porque, simplemente, no les interesó participar.
Para la justicia
local el abogado José Luis Gallo brindaba sus “servicios profesionales
para darle andamiaje legal a los negocios de la misma, realizados en las
condiciones irregulares e ilícitas más arriba expuestas, sino también
interviniendo activamente antes y durante el desarrollo de las
subastas”.
“La idea de que nos encontramos simplemente ante ‘gente de
negocios’ pareciera ser la postura asumida a nivel institucional en
estas actuaciones por el Colegio de Martilleros y Corredores Públicos
del departamento Judicial Mar del Plata”, dice el informe de los
investigadores.
De hecho, martilleros, directivos, abogados,
empresarios, gente de seguridad y todos los que rodean al mundo de las
subastas, acaso por protección propia o del mismo sistema, lo niegan.
Hablan de habitualistas. Un martillero llegó a decir, incluso, que “la
liga no existe es como el cuco, existe solo para los temerosos”.
El
cuco al que hacen referencia es ahora, para la Justicia, más una
materialización corporizada en un grupo de estafadores que una fantasía.
Los temerosos son los incautos en verdad, aquellos que pierden remates
sin siquiera hacer su oferta o que sufren el rigor del “cuco” cuando la
hacen.
Otro episodio que evidencia esa forma de actuar habría
sucedido el 13 de abril de 2013 al subastarse un campo de 29 hectáreas
de la ruta 88, en el partido de General Alvarado. La base inicial era de
665.061,36 y el ganador finalmente se la llevó por por 666 mil, es
decir solo 938 pesos más. Nunca hubo otra postura e incluso el
adquirente ni dejó al rematador terminar de describir el terreno. En el
acta de esa subasta figuró que había 15 inscriptos para la subasta,
pero en el video se comprobó que eran solo 5. De esos 15 anotados,
algunos eran falsos concurrentes o documentos de identidad sin su
correspondientes “persona física”. El ganador de la subasta fue Oscar
Larluz, quien pagó a precio convertido 133 mil dólares.
Lo más
curioso es que 15 días después una carta anónima llegó al juzgado
interviniente en la que su autor detalló que en dicha subasta se
“blindó” el salón para que nadie entrara. La carta hablaba de
martilleros comprados e integrantes del Colegio.
Para tener una
noción aproximada del volumen de dinero movilizado por la “Liga” hay que
hacer dos cálculos, por un lado los inmuebles comprados a precios
irrisorios por más de 10 millones de dólares o, dinero de hoy, 700
millones de pesos oficiales o casi 1.000 millones de pesos en el mercado
cambiario informal. Solo en el período de 5 años investigado se alcanza
ese número, sin considerar las décadas en las que la existencia de la
Liga era una certeza entre guiños y sonrisas.
El segundo cálculo es
el que resulta en un monto incrementado por varios millones ya que esas
propiedades fueron negociadas (vendidas a terceros) a sus valores
reales, que en algún caso fue superior al doble del pagado.
La falta
de control del dinero originario para la compra de propiedades, la
evasión tributaria y la escasa transparencia en la operatoria general,
con compra a comisión de terceros y cesión de derechos, hicieron de la
subasta judicial un “verdadero caldo de cultivo para el lavado de
activos”.
La investigación describió –en grado de acusación a
confirmar por un proceso judicial extenso- que a la Liga la formaban 3
líderes, un abogado que respaldaba la documentación en la mayoría de las
operatorias, 13 inversores (muchos familiares de los líderes) y 8
hombres denominados “factores de presión”.
El 2 de octubre de 2018,
para transparentar la actividad de las subastas judiciales y agilizarlo,
se realizó el primer remate electrónico. Por eso fue que el período
investigado concluye en esa fecha, porque ya no existen las subastas
físicas. La primera subasta electrónica de Mar del Plata fue sobre una
propiedad de la calle Guanahani al 3300 y la ganó un inversor de
Necochea después de 103 posturas. El ganador entregó sus datos y en el
campo de domicilio legal apareció el del abogado de la Liga.