La "Gestapo" macrista y la persecución a jueces
La historia del camarista federal de Mar del Plata, Jorge Ferro, las presiones, su renuncia y el rol del diputado del PRO y miembro del Consejo de la Magistratura, Pablo Tonelli. Por Irina Hauser
Corría el año 2018, pleno gobierno de Cambiemos, y el entonces camarista de Mar del Plata Jorge Ferro había quedado envuelto en un escándalo que lo vinculaba con maniobras para beneficiar a un imputado en una causa sobre trata, explotación sexual y lavado de dinero en el viejo prostíbulo/whiskería Madaho's, que hizo mucho ruido. El juez estaba complicado: en el expediente en su contra aparecieron e-mails, mensajes, y hasta una tarjeta de crédito que lo ligaba con aquel sospechoso, un abogado llamado Alejandro Ferrarelo.
También tenía una denuncia avanzada en el Consejo de la Magistratura. Su
panorama era negro. Sin embargo, estaba tan incorporada la costumbre de
presionar a jueces y juezas, y de hacerlo a menudo con información
obtenida de bases datos --públicas y reservadas--, que dos integrantes
del Consejo de la Magistratura lo invitaron a renunciar advirtiéndole
que sabían muchas cosas de él, según relató el propio Ferro el día de su
indagatoria en abril del año pasado, cuyos detalles se conocen ahora, y
a la que accedió Página/12. Dados los métodos que hoy se aprecia con
nitidez que utilizaron los dirigentes macristas, con tal de conseguir
sus objetivos --en este caso probablemente una vacante rápida en la
justicia federal-- el republicanismo no era exactamente lo que los
guiaba.
“Doctor Ferro, a usted le conviene jubilarse y se puede
dedicar a sus nietos y a los viajes, que a usted le gusta”, fue la frase
que, según contó el excamarista, le dijo el diputado y Consejero de
Juntos por el Cambio Pablo Tonelli. Su relato fue ante el juez Santiago
Martín y la fiscala Laura Mazzaferri, cuando lo indagaban. "Mire señor
juez, confieso que me asusté. Me asusté no porque tenía nada que ocultar
sino porque cabe preguntarme cómo sabía el doctor Tonelli que a mí me
gustaba viajar. Si era un tema de conversación que jamás yo había
entablado con él y solo la relación era estrictamente por el caso de la
denuncia del Ministerio Público (en su contra ante el Consejo)", señaló
el exmagistrado. Según Ferro, en ese momento le dijo a Tonelli que no
quería renunciar, que quería seguir con los juicios de lesa humanidad
que llevaba en Bahía Blanca y que estaba "en el mejor momento" de su
"carrera" (sic).
Para el team macrista en aquel entonces había dos
cuestiones claras, que ni siquiera necesitaban ser explicitadas: no era
de su interés el avance de las causas sobre crímenes del terrorismo de
Estado (incluso Mauricio Macri ya durante su campaña presidencial habla
con desprecio de lo que llamaba "el curro de los derechos humanos")
pero, en cambio y por sobre todas las cosas, sí les resultaba
prioritario generar la mayor cantidad de lugares posibles en los
tribunales, en especial los federales, para poblarlos con sus aliados.
El mismo Macri lo sinceró, cuando dijo que si los jueces no buscaban la
verdad --la verdad entendida según su criterio-- "buscaremos otros
jueces".
El método M
El uso de datos privados sobre jueces y
juezas para hostigarlos, denunciarlos, generarles "carpetazos" o
desgastarlos con comentarios públicos, fue confirmado por el fiscal
Franco Picardi como un rasgo habitual del gobierno de Macri en la causa
donde se investiga la llamada "mesa judicial". Desde distintos
organismos públicos (AFIP, Agencia Federal de Inteligencia, Anses,
Ministerio de Seguridad) se accedía a bases de información, como el
Registro de Migraciones, que muestra entradas y salidas del país, y
otras bases privadas que ofrecen información patrimonial como Nosis. Esa
causa está enfocada en la persecución desde el gobierno contra los
jueces Alejo Ramos Padilla, Martinas Forns, Ana María Figueroa, Eduardo
Freiler, un grupo de jueces laborales, entre otros, y la exprocuradora
Alejandra Gils Carbó. Sobre ésta última se detectó, además, un
seguimiento específico desde una agente de la AFI. En la mesa judicial
que digitaba el armado de causas y aprietes había integrantes del
gabinete y tenía un papel central el operador Fabián "Pepín" Rodríguez
Simón, que se fugó a Uruguay precisamente para evitar ser juzgado por
amenazas y extorsiones a los accionistas del Grupo Indalo, que hasta
fueron detenidos, en una causa emparentada.
Por aquella práctica
de rastrear información privada para amedrentar, es verosímil lo que
declaró Ferro mientras debía responder preguntas como imputado. Lo
insólito es que, en su caso, precisamente había un avanzado proceso
judicial en marcha donde cinco fiscales --entre ellos los titulares de
la Procuraduría de Trata y explotación de Personas y de la Procuraduría
antilavado-- coincidieron en su responsabilidad en los intentos por
ayudar a un imputado en una grave causa que incluía explotación sexual y
lavado, y esos mismo investigadores fueron quienes hicieron la denuncia
ante el Consejo de la Magistratura. Al parecer los consejeros querían
apurar el trámite, y en lugar de esperar a que se defendiera en un
proceso disciplinario, forzaron una renuncia que no les costó demasiado
conseguir, invocando los métodos más sucios a los que recurría la mesa
judicial para con magistrados/as que no satisfacían sus deseos. El caso
de Ferro, donde convergían un juez que había dejado rastros de posibles
delitos propios por todos lados y que ahora está procesado con
consejeros que le avisaban que sabía mucho sobre él, parece la pintura
acaba de lo que Alberto Fernández llamó "los sótanos de la democracia".
Ferro
intentó explicar en su declaración por Zoom que su contacto con el
Consejo de la Magistratura era a través de Tonelli y del entonces
presidente del organismo, el abogado Miguel Piedecasas. Les planteaba,
insistió, que quería defenderse e ir a declarar ante los consejeros. A
Tonelli dijo que le preguntó: "Doctor ¿pero cuál es la razón por la cual
usted me está sugiriendo la posibilidad de que yo renuncie?” y que el
diputado le respondió: “¿Sabe por qué le sugiero esto Doctor Ferro?
Porque hay dos mujeres que me rompen las pelotas para que le habrá la
causa a prueba a usted”. En el Consejo interpretan que esas mujeres
serían referentas de la Coalición Cívica.
"Mejor que se jubile,
doctor. Tranquilidad para usted y tranquilidad para nosotros", describió
Ferro que le dijo también Piedecasas. Entonces él le anticipó al
consejero, según su relato, que aceptaba, que renunciaría, y que le
convenía quedarse con la jubilación como magistrado. En la indagatoria
dijo por todo lo que le habían dicho se había sentido "amedrentado" y
entendió que "debía renunciar y acogerme a una jubilación acordada".
Quedó en avisar en cuanto presentara la nota formal y así fue que le
llevó la copia a Tonelli. "Acá tiene la copia", declaró que le dijo. El
diputado le respondió que no la necesitaba porque ya se la había mandado
el exministro de Jusiticia, Germán Garavano.
El papel de Tonelli
El
diputado Tonelli llegó al Consejo de la Magistratura con polémica:
ocupó el lugar que dejaba la entonces diputada Anabel Fernández Sagasti,
por el Frente para la Victoria, a quien se le terminaba el mandato
legislativo. Tonelli consiguió votos de distintos bloques y se apoltronó
en el organismo que elige y tramita sanciones contra jueces/zas. El
conflicto se judicializó, pero él ganó, y sigue en el cuerpo. Con el
tiempo quedó claro que era alguien que llegaba con la misión de
concretar aquello que Macri había anunciado: apostar a tener un Poder
Judicial a medida.
Desde el Consejo, Tonelli fogoneó juicios
políticos y en la larga lista de acusaciones que promovió Cambiemos, se
ocupó con dedicación a la del juez Alejo Ramos Padilla, cuyo expediente
le tocó instruir cuando el macrismo trataba de atacar su investigación
sobre espionaje. "Se ha excedido", decía. "Queremos asegurar la
independencia", agregaba un latiguillo frecuente usado para distorsionar
la esencia de la independencia judicial. También procuró justificar
públicamente la maniobra que se hizo en el Consejo para tener una
mayoría para suspender al excamarista Eduardo Freiler, al no esperar que
se incorporara un consejero que estaba jurando en la Corte. Cuestionó
públicamente a la jueza de Casación, Ana María Figueroa, la primera en
denunciar presiones del gobierno de Macri. Descalificó hasta el
cansancio a Gils Carbó y amenazaba con enjuiciarla.
Desde otro
ángulo, participó en la estrategia para lograr designaciones a dedo de
jueces, por el mecanismo de traslado, como la que benefició a los jueces
Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi con cargos en la Cámara Federal. En
diciembre último incluso se encargó de frenar el concurso para
reemplazarlos y a Bertuzzi lo incluyó en una terna que presentó en
minoría. Todo un sistema aceitado, con los hilos cada vez más visibles,
todavía difícil de desarmar.