La pelea por la moneda
Las tres fuerzas políticas con chances de ganar las elecciones quieren barajar y dar de nuevo en un aspecto crucial de la política económica: qué hacer con la moneda. Milei propone eliminar el peso y pasar al dólar, Bullrich y Rodríguez Larreta buscan reforzar la economía bimonetaria y Cristina pretende que Argentina sea como Brasil o Chile, con una moneda nacional fuerte y saneada. Qué implica cada opción. Por David Cufré. Como no había ocurrido antes en casi cuarenta años de democracia, en la próxima elección presidencial se pondrá en debate una cuestión básica para el funcionamiento de la economía: qué hacer con la moneda.
De la bolilla que se imponga en el tablero puede surgir que la
Argentina no tenga más moneda propia y adopte el dólar en su lugar, que
se cree una nueva moneda, que se refuerce el sistema bimonetario o que
se empiece a trabajar en un gran acuerdo para rescatar al peso. Cada
opción tiene sus defensores y consecuencias, y llevará al país a lugares
radicalmente distintos.
A continuación, un mapa esquemático de lo que propone cada fuerza:
Abolir
el peso y adoptar el dólar, plantea Javier Milei, con el asesoramiento
de Roque Fernández y Carlos Rodríguez, ex ministro y ex viceministro de
Economía de Carlos Menem entre 1996 y 1999, respectivamente.
Que el
peso y el dólar circulen libremente sin intervención del Banco Central, y
que el peso valga lo que diga el mercado, plantea Horacio Liendo,
ideólogo de la convertibilidad junto a Domingo Cavallo y ex funcionario
de su equipo entre 1991 y 1996, hoy cercano a Patricia Bullrich.
Crear
una nueva moneda para lograr la unificación cambiaria, es decir que
exista una sola cotización de la divisa, sin brecha, lo que lleva
implícita una fuerte devaluación inicial del nombre que se le ponga al
nuevo billete, sugiere Luciano Laspina, economista del ala dura del PRO
que trabaja directamente con Bullrich.
Unificar el tipo de cambio de
manera gradual, con una devaluación "administrada" que cierre la brecha
lo más posible hasta alcanzar un valor del peso defendible y
relativamente estable, mientras se apura el ajuste fiscal para lograr el
déficit cero y se aplica una política monetaria contractiva que reduzca
los niveles de emisión, recomienda Hernán Lacunza, ex ministro de
Economía de Mauricio Macri en 2019, principal asesor de Horacio
Rodríguez Larreta.
Defender el peso, evitar un salto cambiario
abrupto, aprovechar el superávit comercial record de 20 mil millones de
dólares que habrá en 2024 por la recuperación de las exportaciones
agrícolas, más los aportes de Vaca Muerta y el sector minero, para sumar
reservas al Banco Central, estabilizar la moneda y acotar la brecha con
los dólares financieros, mientras se reabren negociaciones con el FMI y
con acreedores privados para el pago de la deuda, con nuevos plazos y
mecanismos de cancelación, esbozan en el Frente de Todos, por ejemplo
Roberto Feletti, ex viceministro de Economía de Amado Boudou y ex
secretario de Comercio en el actual gobierno.
Las cinco opciones
descriptas son las ideas fuerza en materia cambiaria que presentan los
diferentes espacios políticos que competirán en las elecciones de
octubre y que determinarán lo que ocurra con la economía nacional a
partir del año que viene. Se las puede agrupar en tres categorías:
dolarización plena, economía bimomentaria reforzada y pesificación. Más
allá del éxito o fracaso que cada alternativa consiga demostrar a corto
plazo, las dos primeras suponen efectos de largo alcance y tenderán a
excluir del escenario a la tercera, en forma más o menos definitiva.
Pesificación
Es
la propuesta de Cristina Fernández de Kirchner: trabajar entre los
diferentes partidos políticos para establecer un gran acuerdo nacional
que permita rescatar al peso y salir de la economía bimonetaria. La
vicepresidenta quiere que la Argentina recorra caminos que ya
transitaron Brasil y Chile, donde el real y el peso chileno fueron
recuperando las tres funciones básicas de una moneda y les dieron a esos
países un instrumento clave para aspirar al desarrollo.
Los
argentinos muchas veces se sorprenden al comprobar que los comercios en
Chile no aceptan dólares o que los brasileños ahorran en reales, así
como cotizan y pagan los inmuebles, los campos o los autos en su propia
moneda. Son economías que lograron ir desprendiéndose del dólar en su
funcionamiento cotidiano y obtuvieron enormes ganancias en términos de
estabilidad, previsibilidad, crédito para las empresas y las familias,
flexibilidad para promover sectores estratégicos y acomodarse a shocks
externos sin pasar por el vértigo que caracteriza a las crisis en la
Argentina.
Eso no significa que sean sociedades igualitarias, que la
distribución del ingreso sea justa, que hayan alcanzado efectivamente
niveles de desarrollo elevados o que no tengan problemas, porque la
definición de qué moneda utilizar y cómo defenderla es un aspecto más de
la política económica, dentro de un conjunto mucho más amplio y
complejo de relaciones de poder, productivas y sociales. Pero es una
cuestión básica que han logrado establecer y que los preserva de enormes
cataclismos o del riesgo de que el país quede virtualmente en ruinas
por una crisis, e incluso de las locuras de sus gobernantes, como
ocurrió con la gestión de Bolsonaro en Brasil.
Moneda
Las tres
funciones básicas de una moneda son actuar como unidad de cuenta, es
decir, como referencia para establecer los precios de las cosas -en
Brasil, por ejemplo, el valor de bienes y servicios se expresa en
reales-; sirve como medio de pago -se paga en reales, para seguir con el
ejemplo-, y como reserva de valor -los brasileños no ahorran en
dólares, sino en reales-.
En la Argentina, el peso actúa parcialmente
como unidad de cuenta -porque las propiedades o los bienes de gran
valor y últimamente hasta los alquileres se definen en dólares- y
también parcialmente como medio de pago -valen los mismos ejemplos-, en
tanto que está muy disminuido en su función de reserva de valor, lo que
se evidencia en los miles y miles de millones de dólares atesorados
fuera del país, equivalentes prácticamente al tamaño del PIB. Los
ahorros en moneda nacional están siempre a tiro de pasarse a dólares, lo
que constituye una fuente de inestabilidad permanente. La inestabilidad
cambiaria, como se observa claramente desde hace años, es un enorme
perturbador de la economía, de la inflación y de la puja distributiva
entre el capital y el trabajo.
Por eso Cristina Kirchner pide a la
dirigencia en su conjunto trabajar para recuperar al peso en sus tres
dimensiones. Es un elemento esencial para la soberanía económica y una
herramienta clave para atacar problemas recurrentes como los que se
presentan en la actualidad, con la economía que marcha por una cornisa
al borde del precipicio.
Pero alejarse de allí no es sencillo ni
rápido. Se requieren décadas de estabilidad y compromiso con el
objetivo, hasta que los argentinos valoren las ventajas de tener una
moneda sólida y puedan sentirse seguros de que no vendrá un gobierno a
meterles la mano en el bolsillo y en sus ahorros con una devaluación.
Exactamente lo contrario a lo que viene ocurriendo sobre todo desde
1975, con el Rodrigazo, seguido por la Tablita de Martínez de Hoz, las
hiperinflaciones de Alfonsín y Menem, el corralito de Cavallo y las
fuertes devaluaciones de Mauricio Macri, como hitos principales de una
sucesión de crisis cambiarias que dejaron a la moneda nacional en el
estado maltrecho en que se encuentra.
Bimonetaria reforzada
Las
propuestas de Juntos por el Cambio, tanto de los economistas cercanos a
Bullrich como a Rodríguez Larreta, apuntan a emprolijar y consolidar la
economía bimonetaria. Es decir, olvidarse de que el peso pueda servir
como reserva de valor o como un instrumento para el desarrollo, y
concentrarse en salir del atolladero donde se encuentra el mercado
cambiario en este momento con una devaluación, más o menos abrupta, y la
unificación de las cotizaciones en un dólar oficial más caro.
Después
de la transferencia de riqueza que supone esa opción desde sectores de
ingresos fijos como trabajadores y jubilados a sectores exportadores, el
plan es estabilizar el tipo de cambio y dar lugar a una etapa de
crecimiento económico sostenido. Es el esquema clásico de stop and go
(freno y arranque) de la economía argentina, que esta vez esperan que se
sostenga en la fase expansiva gracias a las divisas que generarán los
sectores energético, minero y la economía del conocimiento.
Elegir
ese camino posterga la aspiración de recuperar al peso como una moneda
sólida que pueda ser útil en sus tres funciones esenciales, con los
costos que ello entraña.
Dolarización
Milei directamente pretende
acabar con el peso, lo que sería como matar al paciente para terminar
con la enfermedad. Argentina perdería el manejo de la política cambiaria
y ataría su política monetaria a lo que haga Estados Unidos. Dejaría en
el camino un instrumento fundamental para intentar convertirse en un
país desarrollado, como no ha hecho ningún país de un tamaño semejante a
la Argentina en todo el mundo.
Además, para concretar la
dolarización se aplicaría previamente una devaluación monumental,
sepultando sueldos y jubilaciones a una profundidad insólita. Y salir de
ahí presentaría una dificultad extrema.