La trastienda de una derrota
La trastienda de una derrota parlamentaria y política para Milei que modifica el escenario. La relación del gobierno con los "aliados" llegó desgastada a la sesión, como había contado este medio. Qué pasó en las negociaciones que terminaron naufragando. Por: Claudio Mardones. La vehemencia que Oscar Zago tuvo el viernes por la tarde (cuando cargó envalentonado contra el kirchnerismo antes de la votación en general de la Ley Ómnibus) se transformó en una incómoda resignación durante la tarde de este martes. Entre un momento y el otro sólo habían pasado 96 horas. Fue el lapso de tiempo que terminó de definir la suerte del proyecto de ley más importante de Javier Milei en los dos meses que lleva de presidencia. Este martes, después de las 18, tras seis horas de debate, el titular del bloque de La Libertad Avanza no pudo ocultar su molestia mientras estaba reunido en privado con las autoridades de los demás bloques, pero sin la presencia de Unión por la Patria.
Cuando arrancó el impasse y comenzó la reunión solicitada por Pichetto, fue Zago el que finalmente reconoció que el escenario venía peor de lo esperado y que proponía el regreso del proyecto a comisiones. Una forma elegante, pero dolorosa, de reconocer que no podían avanzar con el tratamiento y que iban a retroceder sobre sus pasos, al punto de tomar una decisión que implicaba resetear todo el proceso: desde dejar sin efecto el debate y la votación en general, que el viernes concluyó con una victoria de 144 a 109, y todo lo hilvanado este martes en la particular. Zago no estaba sólo: delante suyo estaban Pichetto, el radical Rodrigo De Loredo y la misionera Pamela Caletti, de Innovación Federal. Junto a ellos también estaba Santiago Caputo, consultor y hombre de confianza de Milei, que había llegado nuevamente para intervenir en la negociación y hacer uso de la última palabra.
Tal como contó Tiempo, Caputo ya había amagado con dar marcha atrás con todo si tambaleaba el capítulo de privatizaciones. Y no sólo eso: también estaba convencido de la colaboración que les brindaba un sector de la oposición y de los gobernadores de Juntos por el Cambio, pero no dejaba de mascullar que le «corrían el arco» todo el tiempo. Al parecer, Zago no hizo otra cosa que ejecutar la decisión que Caputo había advertido en otros momentos críticos de la negociación, aunque esta vez el presidente no estaba en Buenos Aire, sino en las mieles de la primera escala de su segundo viaje al exterior, entre Tel Aviv y Jerusalén, en la previa de su paso por Roma y por el Vaticano para ser recibido por el papa Jorge Mario Bergoglio.
La hoja de ruta de la votación en general que se concretó el viernes había dejado una ventana de negociación abierta para resolver los temas más espinosos y evitar que las roscas de las últimas semanas cayeran en un saco roto. Las piezas desequilibrantes estaban sobre la mesa desde entonces: los gobernadores de JxC iban a volver a la carga con la coparticipación de una parte del impuesto Piaís si el gobierno se negaba a sostener las 13 cajas jubilatorias provinciales dentro de los cambios que preparaba para el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS. A ese combo se sumaba la negativa de la oposición dialoguista de aceptar la derogación del artículo 1 de la Ley de Sostenibilidad de la Deuda para quitarle los topes de endeudamiento externo y de reestructuración. Ninguno de los temas calientes que habían quedado del viernes llegaron este martes al recinto. Había otros que estallaron en plena votación y que habían sido mantenidos en reserva, aunque los diálogos que mantuvo durante la mañana de este martes el ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, con algunos gobernadores, fueron otro punto de fuga de la crisis que se venía cocinando y que no se pudo resolver hasta que llegó el momento de las primeras votaciones en particular.
Los negociadores y las desconfianzas.
Junto a Federico Sturzenegger (autor en las sombras de la Ley Ómnibus y del DNU 70/23), el jefe del Palacio de Hacienda fue otro de los grandes ausentes durante todo el trámite en comisiones que comenzó hace un mes. La oposición reclamó su presencia en varias oportunidades y al oficialismo le costó defender el faltazo, pero Toto intervino sobre el final de la negociación y desautorizó por enésima vez a su par de Interior, Guillermo Francos, el mismo que la semana pasada le dijo a los gobernadores que estaba dipuesto a coparticipar el impuesto País y al día siguiente sostuvo todo lo contrario.
Los mandatarios provinciales ya habían comprobado que el ministro político no tenía la lapicera presupuestaria y que todo se lo tenía que preguntar a Toto, doblemente empoderado desde que Milei echó de repente a Guilermo Ferraro del ministerio de Infraestructura por filtrar información de una reunión de Gabinete. Toto se quedó con todas las áreas de la cartera que fue descabezada y sumó mucho más poder en la tirante relación económica con las provincias. Sin embargo, el ministro de Economía recién tuvo contacto directo con los mandatarios en los últimos días y buscó pactar un acuerdo de palabra. Les propuso asumir el compromiso de reabrir la discusión fiscal y cubrir en forma discrecional los fondos que reclamaban para realizar obras públicas. «Si ustedes no insisten con meter en la Ley Ómnibus la distribución del impuesto País, me comprometo a compensar esos fondos a partir de la semana que viene», es la frase que le adjundican a Toto en el diálogo que mantuvo con los mandatarios provinciales que le estaban marcando la cancha. La lista de interlocutores que exploró Toto fue desde el entrerriano Rogelio Frigerio, del PRO, hasta el cordobés Martín Llaryora y el santafesino Maximiliano Pullaro (UCR – Evolución). Del otro lado del teléfono los destinatarios no se dejaron convencer y le pidieron al ministro un gesto para plasmar en la ley que estaban por debatir en Diputados y no con una promesa incomprobable.
El esquema de negociaciones que habilitó Milei comenzó a evidenciar sus deficiencias. A los niveles superpuestos de interlocutores del gobierno se sumó la desconfianza mutua entre los jugadores que estaban del otro lado del mostrador. Los gobernadores macristas, liderados por Frigerio, buscaron alternativas cuando confirmaron que la idea de coparticipar el impuesto País se había estancado. Las lecturas se contraponen sobre ese momento, pero los radicales aseguran que los del PRO se cortaron solos en una negociación que fue conducida por Pichetto y Nicolás Massot, otra de las espadas más experimentadas de HCF.
Los gobernadores del PRO no venían con un cuchillo bajo el poncho. Hace más de 20 días se habían concentrado en otro tema espinoso. Tanto en la delegación de las facultades, como en las bases que le daban sustento, el gobierno buscaba tener atribuciones para unificar, modificar, transformar o eliminar a 29 fideicomisos o fondos fiduciarios públicos destinados a obras, proyectos, y subsidios de las provincias. Son cajas que Caputo quería intervenir a cualquier precio y que los gobernadores no querían aflojar. Como una salida extra, surgió una propuesta: excluir del artículo cuatro (donde estan las bases de las delegaciones) a dos de las 29 cajas. La primera es el Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional (FFFIR) que asiste para obras de infraestructura económica y social y la segunda es el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial (FFDP), que tiene funciones similares pero cubre «prestaciones y fortalecimiento en general de los sectores de la economía real, educación, justicia, salud y seguridad, y la consolidación de la situación fiscal y financiera».
Esa negociación quedó al desnudo cuando llegó el momento de votar el artículo 4. Para evitar el naufragio de todo ese punto, el oficialismo lo dividió en incisos y fue votado cada uno. La chispa de la discordia surgió cuando Massot agregó el inciso H para dejar afuera a los dos fondos fiduciarios que los gobernadores macristas habían abordado con Caputo. «Si van a negociar esos dos, entonces discutamos todo eso», dijo el radical Martín Tetaz, cuando advirtió la movida de los aliados de HCF. Ahí cambió el tono del debate y comenzó a definirse la suerte de la sesión, porque los radicales decidieron castigar esa negociación paralela con el PRO y canalizar las otras broncas que fueron sumando durante el fin de semana del cuarto intermedio que había comenzado el viernes.
Antes de su naufragio fueron votados seis artículos y sus incisos. En ese desarrollo se puede advertir el momento en que se rompieron los acuerdos. El primer artículo definía la cantidad de facultades legislativas delegadas al Ejecutivo. En el principio habían sido 11 y quedaron seis. En ese punto el oficialismo pudo anotarse una de las escasas victorias de la tarde. Fueron aprobadas las emergencias económica, administrativa, energética, tarifaria, financiera y de seguridad por 134 votos a favor y 121 en contra. Sucedió casi lo mismo con los artículos 3 y 4, donde están enumeradas las bases de las delegaciones, pero en ese punto surgió la controversia. Se cayó el inciso J que fortalecía el rol de las fuerzas federales y también el I, dedicado a la regulación del sector energético y el mercado eléctrico. Después llegó el cambio que propuso Massot para el inciso H del artículo 4 y volvió a asomar la derrota numérica, esta vez propinada por un radicalismo muy molesto después de haber confirmado el puenteo de HCF. La bronca superó las diferencias internas que respiran los 34 integrantes del bloque de la UCR, presidido por De Loredo.
El texto tenía 383 artículos y la crisis estructural surgió en el quinto, dedicado a una ambiciosa reorganización administrativa del Estado. Tenía siete incisos y seis fueron rechazados por amplias mayorías que fueron desde los 144 votos en contra hasta los 154. En esas ecuaciones estaba el malestar de un sector de la UCR, de otra parte de HCF, de Innovación Federal y de algunas advertencias de LLA, como la que había lanzado Carolina Píparo en contra del paquete de privatizaciones. En ese momento Pichetto pidió el cuarto intermedio y le exigió flexibilidad al oficialismo porque «les encanta seguir perdiendo». La solicitud no imposibilitó la votación del artículo seis dedicado al sistema de contrataciones públicas, íntimamente vinculado a los cambios administrativos del Estado. Fue aprobado por 137 votos positivos, 111 negativos y seis abstenciones.
Había llegado el momento de votar el artículo 7, dedicado a la privatización de empresas públicas, el punto que había elegido Pichetto para cortar la racha perdidosa y rebajar para dar de nuevo. De los artículos 5 y 6 lo único que había quedado en pie fue el inciso B que le permitía al gobierno eludir las paritarias estatales y regular la carrera administrativa en funcion al mérito y al cumplimiento de logros. Con ese saldo oscuro votaron el cuarto intermedio y, delante de los demás bloques, salvo el peronismo, Zago capituló.
Cuando terminó la reunión para encontrar una salida, fue el titular del bloque oficialista el encargado de informar el regreso a comisión del proyecto. Las autoridades de LLA no podían ocultar la bronca y sus pares del PRO tampoco podían disimular la impotencia. El presidente de la Cámara, Martín Menem, levantó la sesión y con ese gesto selló la suerte del proyecto para el futuro.
«Ganaste pibe, disfrutá», fue la frase que le escucharon a Pichetto. Se la dijo a Germán Martínez, titular del bloque de UxP, mientras ambos dejaban el recinto.