El riesgo de los marines humanitarios
Por Emiliano Guidoeguido@miradasalsur.com
El Comando Sur inauguró en Paraguay un Centro de Operaciones en Emergencia. Ante el rechazo que suscita en la población el emplazamiento de bases militares tradicionales, el Pentágono redirecciona su estrategia de vinculación con Latinoamérica jerarquizando la intervención militar ante crisis humanitarias generadas por urgencias climáticas.
No hay hangares, pistas para aviones militares de gran porte, radares de última generación ni marines norteamericanos entonando fuertes estrofas de guerra para insuflar sus ánimos. Sin embargo, el director de Planificación del Comando Sur norteamericano, el contraalmirante George Balance, y el embajador estadounidense en Paraguay, James Thessin, viajaron hasta la pequeña localidad de Santa Rosa del Araguay, en el nororiente paraguayo, para inaugurar junto a la cúpula policial y militar local un modesto edificio denominado Centro de Operaciones en Emergencia (COE) y un Depósito de Suministro de Emergencias que permitirá, según los comunicados oficiales del evento, socorrer “a la población civil afectada por desastres naturales”. Sin embargo, el Servicio de Paz y Justicia del Paraguay (Serpaj- Py) advierte que el Pentágono norteamericano “impone presencia en el departamento de San Pedro para militarizar un enclave del país” donde convergen tres ejes problemáticos para el gobierno de Horacio Cartes: la resistencia campesina contra la expansión de las fronteras sojeras, el narcotráfico y la existencia de una sospechosa guerrilla conocida como Ejercito del Guerrillero Paraguayo.
Pero, previamente a esta polémica, el corte de cintas financiado por el
Comando Sur en el norte paraguayo para, supuestamente, poder dar desde
el Estado respuestas rápidas en una emergencia climática es totalmente
lógico con el nuevo enfoque doctrinario del Pentágono en su búsqueda de
seguir aceitando vínculos con las Fuerzas Armadas de la región. El
propio contraalmirante Balance, por ejemplo, fue partícipe de un
documento estratégico del año 2008 titulado U.S. Southern Command
Strategy 2018: Partnership for the Americas (Asociación para las
Américas), donde Washington coloca, por primera vez, a las emergencias
climáticas y sus consecuentes crisis humanitarias como uno de los
escenarios estratégicos territoriales donde intervenir. Durante la
Guerra Fría, el comunismo fue el eje del mal a combatir para la Casa
Blanca; a principios de los ochenta, la guerra contra las drogas
desplazó a la hoz y el martillo como enemigo a vencer; ahora, los
terremotos y los sacudones que da el Planeta Tierra con el cambio
climático parecen ser la excusa perfecta. Las amenazas cambian, los
marines quedan.
Durante el acto de apertura del COE, las autoridades
norteamericanas también inauguraron el “primer curso de capacitación de
personal” para el manejo de dicha unidad operacional. Evidentemente, los
recursos edilicios y técnicos estadounidenses vienen acompañados con la
venta del know how en la administración cívico-militar de una situación
excepcional que desborde los recursos y la infraestructura del poder
estatal. Eso sí, el contraalmirante Balance y el embajador Thessin
pueden asegurar a las autoridades del gobierno de Cartes que sus
subordinados no improvisarán a la hora de adoctrinar a sus pares
paraguayos. En realidad, cuando el Comando Sur reactivó en el año 2008
el uso de la IV Flota –comandada por el gigantesco portaaviones George
Washington– para patrullar el litoral atlántico con supuestos “fines
humanitarios”, luego de 58 años de inactividad en el uso de esta fuerza
naval continental, los Centros de Operaciones en Emergencia comenzaron a
cobrar vida en toda la región como unidades complementarias de la IV
Flota en sus distintos desembarcos. La IV Flota fue repudiada por todos
los gobiernos sudamericanos. Sobre todo por Brasil, que entendía el
despliegue de los buques del Pentágono como una intromisión de
Washington en su “Amazonía Azul”, por las enormes reservas de crudo que
el vecino país posee en la Cuenca de Santos. Sin embargo, Joseph Kernan,
número uno de la IV Flota y ex miembro del grupo SEAL, el comando de
elite que, por ejemplo, asesinó a Osama Bin Laden, aducía que su fuerza a
cargo estaba compuesta por soldados del presidente Barack Obama “para
repartir vacunas y medicamentos en los países amigos”.
Luego, tras el
feroz terremoto de Haití del 2010 y la prolongada intervención militar
de la IV Flota en Puerto Príncipe, quedó demostrado que las crisis
humanitarias son para el Comando Sur la puerta de entrada perfecta para
desembarcar al sur del Río Bravo. Además, en los últimos años, Estados
Unidos tuvo que retroceder en su política de instalar bases militares
tradicionales en el Cono Sur. El gobierno ecuatoriano de Rafael Correa
desactivó la base militar norteamericana de Manta y en Colombia los
enclaves cedidos por el gobierno de Álvaro Uribe al Pentágono fueron
declarados inconstitucionales por la Corte Suprema. Esta nueva
reconfiguración de la defensa y seguridad hemisférica por parte de los
Estados Unidos quedó plasmada en las palabras del embajador Thessin
cuando, durante la inauguración del COE, declaró al matutino asunceño
ABC Color que: “Hace casi cuatro años nació el concepto del Centro de
Operaciones de Emergencias y de un Depósito de Suministros para
Emergencias. Paraguay y Estados Unidos tienen muchos valores en común,
incluyendo la reducción de pobreza. La donación de estos equipos y las
capacitaciones aumentarán la capacidad de respuestas ante desastres
naturales, y con eso se logrará mejorar la vida de la gente”.
Tras la
puesta en marcha de un nuevo enclave apadrinado por el Pentágono en el
Paraguay, el Serpaj entrevistó a Richard Doughman, máster en estudios
latinoamericanos e investigador de la política de defensa
norteamericana, para tratar de pensar las implicancias de esta nueva
estrategia de defensa estadounidense. Según Doughman: “El uso de este
tipo de Centro de Operaciones representa una adaptación de la estrategia
norteamericana a nuevas condiciones: en primer lugar, a la creciente
resistencia política y social a la instalación de bases militares en
América del Sur, y en segundo lugar, a la grave crisis fiscal del Estado
norteamericano. Además, meses atrás, el Secretario de Defensa
norteamericano anunció recortes significativos en el presupuesto
militar, provocados por el déficit fiscal que acarrean los Estados
Unidos. Mientras se cierran bases militares en Europa y se descontinúan
algunos programas armamentistas particulares, se refuerzan los programas
de las Fuerzas Especiales (encargados de operaciones encubiertas) y de
los aviones no tripuladas (los drones). Todo indica que Estados Unidos
está en transición hacia una fuerza militar más magra pero igualmente
letal que realiza operaciones de alta precisión a blancos identificados
por la inteligencia militar y que ponen vidas norteamericanas en el
mínimo riesgo posible. En este escenario, un pequeño centro de
operaciones les sirve perfectamente”. El análisis de Doughman hace
entendible, entonces, que el Comando Sur este invitando a todas las
Fuerzas Armadas latinoamericanas a participar de un ejercicio conjunto
caratulado Fuerzas Aliadas Humanitarias, que se desarrollará del 5 al 16
de mayo en El Salvador.
Pero, ¿Por qué Paraguay, un país con una
economía pequeña, es estratégico para los Estados Unidos? Según Richard
Doughman: “Paraguay es un territorio clave por un gran número de razones
geoestratégicas: su posición central permite monitorear el espacio
aéreo del continente entero y facilita una llegada rápida a cualquier
parte del Cono Sur; su posición de cuna entre los dos países más
potentes del Cono Sur, Argentina y particularmente Brasil, su posición
de puente terrestre entre la cuenca de las Amazonas y la cuenca del Río
de La Plata; la abundancia de recursos naturales, especialmente recursos
hídricos, también no deben obviarse. En este sentido, un Centro de
Operaciones de Emergencia posibilita la presencia de soldados y equipo
norteamericanos permanente y el despliegue periódico del mismo a través
de operaciones militares (humanitarias) en conjunto con las Fuerzas
Armadas paraguayas en San Pedro, que viene a ser el frente más
conflictivo de la frontera agroexportadora en expansión”. Consultado
telefónicamente por Miradas al Sur, Abel Irala, coordinador del Serpaj
Paraguay, coincide en señalar que la instalación del COE norteamericano
se emplaza en una zona rica para el extractivismo sojero: “Santa Rosa
del Aguaray es una de las ciudades más importantes de San Pedro. En todo
este tiempo de transición democrática ha sido escenario de importantes
movilizaciones campesinas y de luchas históricas para el movimiento
popular. Se han concentrado varias medidas de fuerzas para resistir
represiones y persecuciones contra el campesinado. La zona también es
epicentro de fuertes fricciones e importantes victorias de los
asentamientos campesinos que rodean la ciudad; asentamientos que se
constituyeron a pura lucha y movilización por medio de las ocupaciones
de tierras improductivas hasta la llegada de los campesinos y
campesinas”.
Por otro lado, la llegada de los uniformados
norteamericanos al vecino país no generó un gran debate nacional entre
los distintos partidos políticos con representación parlamentaria ni
precipitó un gran centimetraje informativo en los grandes medios de
comunicación. Para Julio Benegas, columnista del periódico
cooperativista paraguayo E’ A, el nuevo acuerdo en el ministerio de
Defensa local y el Comando Sur implica una cesión de soberanía porque:
“Esta es una decisión no consultada, no puesta en discusión en el
Parlamento ni en la sociedad ni en los grandes medios, nos plantean como
una naturalidad el hecho de la presencia de los oficiales
norteamericanos. Y esto es absolutamente abrumador, controlan todo, a
nuestros oficiales, a los grupos operativos, en las capacitaciones sobre
las nuevas amenazas, y en esa caracterización de las amenazas están los
otros, los que ponen en peligro el orden, la paz y la estabilidad,
desde el punto de vistas de ellos, y esos otros pueden ser los que
ocupan plazas, territorios, los indígenas que resisten. Ese es el marco
ideológico bajo el cual se implementa el Centro de Operación de San
Pedro y, lamentablemente, no lo tenemos discutido”.
“El peligro es
que el personal militar va asumiendo, cada vez más, funciones que
fácilmente podrían ser desempeñadas por civiles y que estas nuevas
funciones sirven, de una manera, para legitimar la presencia militar
norteamericana. En este caso, la respuesta a emergencias, sean desastres
naturales o humanitarias, de por sí, no presenta características que
exigen capacidades militares. Una fuerza civil bien equipada, capacitada
y respaldada por el Estado paraguayo, tranquilamente, podría responder a
una situación de emergencia en el país. Sin embargo, como se vio
claramente con el terremoto en Haití en 2010, un desastre natural puede
servir de pretexto para una ocupación militar permanente”, alerta
Richard Doughman.
Paralelamente, la situación política de Paraguay
atraviesa una coyuntura social especial. Esta semana se desarrolló una
contundente huelga general donde unificaron su reclamo las principales
centrales sindicales y campesinas del país. La medida de protesta fue
consecuencia de la fuerte política de privatización del sector público
que viene desarrollando el gobierno del magnate Horacio Cartes. Hasta
tal punto llega la sintonía del dueño del club de fútbol Libertad con
las políticas de libre mercado que en una reciente reunión con
inversionistas extranjeros, el primer mandatario invitó a los
empresarios a que “usen y abusen del Paraguay”. Una suerte de versión
hardcore de la teoría de las relaciones carnales defendida por el
menemismo como vértice de la política exterior argentina. Por ese
motivo, la inauguración de una unidad operacional patrocinada por el
Comando Sur prende alertas en las organizaciones sociales paraguayas. Es
más, durante la movilización obrera de esta semana en Asunción, varias
paredes de la capital amanecieron pintadas con la siguiente leyenda:
“Marines go home”. Parece una consigna desactualizada en el tiempo.
Pero, no tanto, en el Paraguay de Horacio Cartes.