La Naumann, ADEPA y los cipayos de siempre ya tienen un plan para cargarse la Ley de Medios
Barrionuevo y Moyano festejaron el cumple del diario con un paro deslucido, pese al apoyo de ADEPA.
Cuál es el partido alemán que copta políticos locales para llevarse puesta la Ley de Medios en 2015.
Con el paro del jueves 28, día del cumpleaños 69 del diario Clarín, la Argentina perdió 1000 millones de dólares de su PBI, según la consultora Orlando Ferreres y Asociados. Fue una fiesta cara, pero menos onerosa que la del 10 de abril, cuando el cálculo económico negativo rondó los 2000 millones de la moneda estadounidense.
Lo que sigue es el programa político del Partido Demócrata Libre de Alemania y los diarios Clarín y La Nación, que controlan ADEPA:
* 'Una regulación en base a pautas objetivas de la publicidad oficial'.
* 'La sanción de una ley de acceso a la información pública'.
* 'La regulación del funcionamiento de los medios públicos para evitar su uso político'.
* 'Una reforma de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para eliminar sus contradicciones y anacronismos'.
* 'La preservación de la libertad de expresión en eventuales regulaciones en el campo de Internet'.
* 'La revisión del programa Fútbol para Todos'.
Como se ve, la Naumann y ADEPA ya tienen un plan para cargarse la Ley de Medios, en defensa de la libertad de los monopolios y en detrimento del derecho democrático a la comunicación.
La discusión sobre el porcentaje de adhesión real a la medida,
elevadísimo para Luis Barrionuevo y Hugo Moyano y mínimo para el
ministro Carlos Tomada, es un asunto secundario. La verdad es que la
última huelga hizo la mitad de daño, o quizá un poco menos, que la de
hace cuatro meses. Comparado con el perjuicio cotidiano que genera el
pool sojero que liquida su cosecha en cuentagotas, es casi nada.
Volviendo
al paro, las razones de la merma, siempre hablando de la Capital
Federal y el Gran Buenos Aires, se pueden atribuir a cuestiones de
logística: esta vez, los trenes no funcionaron pero sí lo hicieron los
colectivos y casi todo el subte. En el resto del país, la protesta del
sindicalismo opositor fue de irregular a irrelevante, según la provincia
que se mire. Tampoco hay que olvidar que, para vastos sectores de la
sociedad argentina, sus convocantes principales, Barrionuevo y Moyano,
tienen peor imagen que la inflación, la inseguridad o el piso del
Impuesto a las Ganancias. El esfuerzo que pusieron los diarios que ya
sabemos en erigirlos como líderes obreros sin intencionalidad
corporativa o como expresión genuina de sus bases no rindió demasiados
frutos.
Si estos sindicalistas no estuvieran tan cegados por su
antikirchnerismo podrían leer que la derecha empresaria está diseñando
su regreso para cuando el actual oficialismo deje de ser un estorbo.
La
izquierda maximalista, en cambio, avanzó en su grado de
referencialidad. Es la relativa ganadora de una jornada deslucida para
el movimiento sindical opositor, pero que tuvo en los folklóricos
piquetazos y cortes de puentes la garantía de un siempre excitante raid
mediático para el clasismo.
Las expresiones gremiales del PTS, el
PO y aledaños, una vez más corrieron de la foto a Barrionuevo y Moyano y
sus acuerdos cupulares. No es para menos: mezclado con las proclamas
redentoras típicas, marcharon por los suspendidos y echados de Lear y
otras fábricas de la zona norte del Conurbano cuyas patronales
comenzaron un ajuste preventivo contra los trabajadores y contra el
gobierno kirchnerista, aunque esto no entre en el análisis habitual de
sus dirigentes.
En medio de tanto relato difuso de la burocracia
opositora, y aún envuelto en su artificio de consignas pertinaces, las
corrientes de izquierda lograron encabezar un reclamo concreto, una
insatisfacción real de trabajadores que no quieren perder su trabajo ni
resignar el bienestar que produjo la última década en sus condiciones de
vida.
Al menos este sector, que es tan antikirchnerista como las
patronales agrupadas en el Grupo de los Seis y el Foro de la
Convergencia Empresarial que conspiran contra la política económica del
gobierno, mencionó en sus proclamas a algunos –no a todos– de los
verdaderos dueños del poder y del dinero. Es llamativo, de todos modos,
que terminen confluyendo con Barrionuevo y Moyano en un paro, habiendo
convalidado en la práctica que la agitación y la propaganda del mismo
corriera por cuenta y militancia de los medios de comunicación de esas
mismas patronales monopólicas que dicen enfrentar.
Lo cierto es
que el gran parate que soñaban resultó un enorme bostezo en medio de la
semana política. Pero sería peligroso no tomar en cuenta que la
coincidencia táctica entre sectores patronales y sindicales
–burocráticos y clasistas– va en alza, aunque no logren en lo inmediato
su objetivo de aislar al gobierno de las expectativas sociales
mayoritarias. Enardecer las calles y generar pesimismo económico son los
dos extremos de una misma mecha.
El frustrante resultado gremial
también se explica por la rústica caracterización que el universo
sindical opositor hace de los gobiernos kirchneristas. Habrá malestar,
del mismo modo que hay inflación e inseguridad, pero en el balance de la
última década todavía pesan más los derechos restituidos que los
tropiezos. La situación económica será delicada y el Impuesto a las
Ganancias un tributo irritante, sin duda, pero Argentina acaba de
alcanzar esta semana la cobertura previsional total de sus adultos
mayores gracias a la ley de moratoria, único país en América Latina en
alcanzar la meta. El kirchnerismo sigue garantizando un piso que
cualquiera de sus críticos, por historia o por ideología, no podría
garantizar ni de lejos. Y no sólo eso: en su lidia con los sectores más
concentrados de la riqueza, logró visibilizar para el grueso de la
ciudadanía la apetencia desmedida de grupos empresarios y la necesidad
de un Estado que equilibre las relaciones desiguales entre los sectores
de la producción, el trabajo y el consumo.
Si hay algo que el
neoliberalismo detesta, eso se llama kirchnerismo, porque es lo único
que le impide retornar como nueva hegemonía. Es la fuerza de los hechos
contra las promesas ideales del mercado. A ese gobierno, que las
patronales quieren desbancar, le hicieron paro los sindicalistas que,
cuando el neoliberalismo gobernaba, no tenían afiliados, ni salarios, ni
paritarias. Por eso, también, en su versión sciolista, el paro fue
triste.
Si estos sindicalistas no estuvieran tan cegados por su
antikirchnerismo podrían leer que la derecha empresaria está diseñando
su regreso para cuando el actual oficialismo deje de ser un estorbo. Que
no lo duden: van primero por el kirchnerismo, después por el Estado y,
con él, por las conquistas de los trabajadores en todos estos años.
Pero
no ven o no quieren ver, sino podrían detectar el accionar sibilino en
el país de la Fundación Friedrich Naumann. Se trata de 'una organización
política no gubernamental, dedicada a la revaloración del Liberalismo
como filosofía por medio del fomento de la Democracia, la Economía de
Mercado, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos y Civiles.
La
labor de la Fundación se basa en la formación democrática de ciudadanos
responsables, la asesoría política de líderes, el diálogo político
internacional y la colaboración con sus contrapartes para el desarrollo y
el impulso de estrategias que generen propuestas liberales para el
desarrollo de los países en los que trabajamos, que hagan énfasis en la
importancia de una sociedad informada y participativa, y que promuevan
el valor de la libertad, las virtudes de la democracia liberal y el
respeto a los derechos individuales y a las instituciones de la
Democracia y el Estado de Derecho.
La Fundación es
ideológicamente afín, pero independiente en su actuar, del Partido
Demócrata Libre (Freie Demokratische Partei - FDP por sus siglas en
alemán).' Traducido, un think tank liberal que copta líderes locales
para que ayuden a despojar al Estado de su influencia en la economía y
restaurar un mercado, oligopólico y monopólico, sin controles molestos o
'distorsivos'.
Esta fundación, en conjunto con ADEPA, la cámara
patronal que agrupa a los dueños de los diarios conservadores del país,
realizó el martes 26 en Buenos Aires un encuentro de legisladores, ex
funcionarios, dirigentes políticos y representantes de diversas
instituciones para discutir 'los temas que deben configurar la agenda en
la materia a partir del próximo año'.
Lo que sigue es el
programa político del Partido Demócrata Libre de Alemania y los diarios
Clarín y La Nación, que controlan ADEPA:
* 'Una regulación en base a pautas objetivas de la publicidad oficial'.
* 'La sanción de una ley de acceso a la información pública'.
* 'La regulación del funcionamiento de los medios públicos para evitar su uso político'.
* 'Una reforma de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para eliminar sus contradicciones y anacronismos'.
* 'La preservación de la libertad de expresión en eventuales regulaciones en el campo de Internet'.
* 'La revisión del programa Fútbol para Todos'.
Como
se ve, la Naumann y ADEPA ya tienen un plan para cargarse la Ley de
Medios, en defensa de la libertad de los monopolios y en detrimento del
derecho democrático a la comunicación.
El primero en exponer
durante la reunión, realizada en el Auditorio de la Prensa Argentina,
fue el representante de la Naumann, Jörg Dehnert, quien destacó que 'sin
libertad de expresión no hay democracia'.
Faltó que dijera que,
tal como prescribe el Pacto de San José de Costa Rica, con monopolios
tampoco hay libertad de expresión, ni democracia informativa ni
pluralismo comunicacional. Pero Dehnert no atiende esos progresos: es un
restaurador liberal, no un defensor de derechos.
Luego habló, en
castellano, Daniel Dessein, vicepresidente primero de ADEPA, y dijo que
'la salida de escena de protagonistas de la ofensiva gubernamental
contra los medios (como Guillermo Moreno), la relativa apertura y
moderación de algunos funcionarios, la desatención parcial del frente
mediático para concentrarse en el económico y el impulso de medidas
beneficiosas para el sector plasman una disminución de la intensidad de
los ataques oficiales a la prensa'. Entiéndase como 'ataques a la
prensa' la acción desmonopolizadora del kirchnerismo en la materia y la
aplicación de la LSCA, constitucionalmente avalada. Lo de Dessein es
interesante. Permite asomarse a la mirada corporativa sobre el estado de
una política que tuvo otros impulsos hasta no hace mucho.
Siguió
Dessein, bajo la atenta mirada del alemán: 'Subsisten, sin embargo, el
mantenimiento de un gigantesco aparato comunicacional dedicado a
deslegitimar a ciertos medios y periodistas, el uso discriminatorio de
la pauta, la aplicación arbitraria de leyes contra ciertos medios y un
discurso oficial que sigue colocando a buena parte del periodismo como
artífice de conspiraciones destituyentes'.
Este párrafo merece
relectura. Es lo que dicen los periodistas y voceros de los grupos
monopólicos, pero es la voz de ADEPA, que convenia con el partido alemán
liberal, financista de la Fundación Naumann. Por último, el vice de la
cámara patronal de prensa, planteó: 'El 2015 aparece como terreno fértil
para retomar las asignaturas pendientes.' Es obvio: la valla entre su
sueño restaurador y la realidad, no es otro que el gobierno de Cristina
Kirchner.
¿Quiénes estaban en la reunión, además de Denhert y
Dessein? ¿A qué políticos y líderes la fundación liberal coptó para sus
propósitos? Al radical macrista Jorge Enríquez, miembro del Consejo de
la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A Ricardo López
Murphy, presidente de la Fundación Cívico Republicana. A la dirigente
del PRO Gabriela Michetti, que citó informes del Freedom House para
alertar sobre 'el deterioro de la libertad de expresión en la Argentina
durante los últimos diez años', precisamente, en los que se derogó nada
menos que la Ley de Radiodifusión de la dictadura cívico-militar. A la
radical Silvana Giudici, que resumió los objetivos de ADEPA: 'Reforma de
la Ley de Medios, del sistema de medios públicos y protección de la
libertad de expresión en eventuales regulaciones de internet'.
Al
GEN, Gerardo Milman, integrante del directorio de la AFSCA, quien
cobrando sueldo en un organismo creado por la LSCA afirmó –sin renunciar
a cobrarlo– que 'la Ley de Medios es vieja y presenta
incompatibilidades que obstaculizan su aplicación porque la ley está
pensada para un mercado que no existe'. Y a la bullrichista Patricia
Bullrich Luro Pueyrredón, hoy en el macrismo –mañana no se sabe–, quien
sostuvo que 'el proyecto de reducción de IVA para medios gráficos apunta
a fundir al diario La Nación', en una parábola militante como mínimo
incongruente con su pasado en la Juventud Peronista, aunque
indudablemente en paz con el linaje de su apellido familiar completo.
¿Los
sindicalistas que le quisieron hacer un paro al gobierno con la
cooperación en la agitación y propaganda de los diarios de ADEPA en
serio creen que una vez que debiliten al kirchnerismo estos diarios los
van a ayudar a defender los derechos de los trabajadores? Es como
interpretar la realidad en alemán. El problema no es que una huelga sea
política. Lo que hay que preguntarse es a qué tipo de políticas responde
la huelga. En este caso, todo indica que a la necesidad de un frente
empresario –Foro de la Convergencia, Grupo de los Seis, ADEPA– que
propone que el Estado renuncie a su papel inclusivo y vuelva a ser
neoliberal. Como en los '90, donde los salarios eran más bajos, un
trabajador de cada cuatro estaba desocupado, la jubilación era privada y
para pocos y la mitad de la población estaba bajo la línea de pobreza.
Conviene no olvidarlo nunca.
Otra vez, Magnetto amenaza con la cárcel
Parece
que al abogado pelirrojo del Grupo Clarín SA le levantaron las
sanciones internas después del flojo, flojísimo papel que hizo durante
las audiencias públicas en la Corte por la LSCA. Al fin de cuentas,
Héctor Magnetto demostró tener corazón y Damián Fabio Cassino volvió una
noche, al menos, a firmar cartas documento como su abogado corporativo.
En
este caso, firmó seis contra las autoridades de la AFSCA; entre ellas,
una en especial contra Martín Sabbatella, titular del organismo que debe
adecuar al grupo a la ley. ¿Qué dice? Lo amenaza con denunciarlo
penalmente por 'incumplimiento de funcionario público' y 'abuso de
autoridad'. ¿La razón? Le pide que 'cese de aplicar le ley discriminando
al Grupo y favoreciendo a sus competidores', 'trate el plan de
adecuación de Telefe y Prisa, que llevan una demora inexcusable de 20
meses', 'fiscalice la ejecución y exija el efectivo cumplimiento de los
planes de adecuación de otros grupos a las fechas pendientes de
cumplimiento' y 'cese de amenazar con una improcedente adecuación de
oficio'.
Si no fuera el mismo abogado que pasó a la fama por
balbucear ante Ricardo Lorenzetti una insólita defensa del monopolio
comunicacional como garante de la libertad de expresión –tal como piden
los alemanes de la Naumann–, uno podría confundirse por el tono bravo,
imperativo de la epístola prelegal. Pero no, se trata de Cassino y de su
jefe queriendo ordenarle a un funcionario cuándo se adecúa a la
competencia, en qué tiempos y de qué modos, bajo intimación de meterlos
presos a todos, como si se tratara de los propietarios de la LSCA, de la
AFSCA, del Código Penal, del Poder Judicial y de las prisiones
argentinas, a las que llenarían de periodistas, funcionarios y
dirigentes que no le rinden pleitesía, si este fuera otro país donde no
gobernaran las mayorías que creen que la comunicación es un derecho
humano y los monopolios conspiran contra las democracias.