Política, comunicación y poder
Política, comunicación y poder
Por Washington Uranga-Pagina 12
Es verdad que en el oficialismo existe una constante preocupación por monitorear el impacto de sus medidas en la población y una lucha permanente por cargar de sentido sus actos.
También de construir una trama discursiva que justifique las
determinaciones. Ya se conoce que el presidente Macri dedicará la
primera parte de su discurso en la apertura de las sesiones legislativas
la semana próxima a hablar de “la pesada herencia” que le dejó la
administración anterior. Con eso dará pie a nuevos anuncios que, muy
probablemente, seguirán apuntando al recorte del gasto público y a
medidas que pueden impactar negativamente en la calidad de vida de los
sectores populares.Hay muchos otros ejemplos respecto de la utilización que el macrismo
hace del discurso como herramienta política. Para justificar los
despidos de empleados públicos se habla de “ñoquis” y se los mezcla con
la “militancia” para producir un coctel que apele a sensibilidades
negativas de parte de la población. Para argumentar sobre la aplicación
de un protocolo de seguridad que habilite la posibilidad de reprimir la
protesta se apunta a conmover a los habitantes de la ciudad molestos por
los piquetes y los cortes. Se trabaja siempre sobre los efectos y las
sensaciones, dejando de lado las causas profundas. El intento de
producir modificaciones profundas en el rol del Estado, en el primer
caso, y las injusticias de base que motivan la protesta social, en el
otro.
Como pocos, el gobierno de Macri utiliza la comunicación
como parte esencial de la gestión política. A su favor cuenta como nunca
nadie antes con la colaboración y complicidad de gran parte del sistema
masivo de medios que, a coro, refuerza el discurso oficial. Hay que
acotar que la mayor parte de los medios de comunicación dejaron de ser
empresas periodísticas o informativas. Son la pata comunicacional de
grupos corporativos económico políticos y, en consecuencia, esos medios
son funcionales a los intereses de tales conglomerados. El momento
político indica que los intereses de estos grupos económicos coinciden
con los del gobierno de Cambiemos. Por la misma razón, uno de los
primeros DNU de Macri apuntó a eliminar de un plumazo aquellas leyes que
regulaban el derecho a la comunicación para dejar vía libre a las
grandes corporaciones mediáticas y consolidar la concentración de la
propiedad con la excusa de la modernización y la convergencia
tecnológica. Una forma de devolver favores por el apoyo en la campaña,
abrir nuevos negocios para sus aliados y consolidar alianzas.
Parte
de la acción discursiva del oficialismo es renovar permanentemente la
agenda y generar titulares que aporten a su estrategia argumentativa
mientras se desvía la atención sobre otras cuestiones más difíciles y
escabrosas para el Gobierno. Se sabe que marzo será un mes en el que se
producirá una nueva ola de despidos de empleados estatales y habrá
nuevos ajustes tarifarios que incidirán en el aumento del costo de vida y
de la inflación. La intención del Gobierno es que se hable lo menos
posible de estos temas. Para lograrlo en el mes próximo se lanzará una
nueva ofensiva retórico discursiva que tendrá como centro las denuncias
de corrupción respecto del gobierno anterior y de sus funcionarios. La
estrategia combinará “hallazgos” a la hora de revisar “la pesada
herencia”, con la acción coordinada de parte de la Justicia y sus
fiscales, y con el repiqueteo mediático de las denuncias. No importa si
muchas de ellas luego no adquieren consistencia para convertirse en
causas judiciales sólidas. Lo importante es instalar el tema y distraer
las miradas sobre tantos otros. El periodista Jorge Lanata, un
“adelantado” en estas cuestiones, ya anticipó desde Estados Unidos
algunos pasos en la materia. “Cristina Kirchner tiene que estar presa”,
afirmó sin necesidad de argumentar motivos.
Ya nadie duda de la
estrecha vinculación que existe hoy entre la comunicación y la política,
aunque existen ponderaciones muy diferentes respecto de las incidencias
mutuas y los cruces entre estos dos campos. El investigador colombiano
Omar Rincón ha dicho que “en la actualidad no basta con ser presidente,
estar en posición, sino que hay que parecerlo”, y agrega que “en la
actualidad no se gobierna, se permanece en campaña” porque “gobernar
significa seguir prometiendo leyes, acciones, políticas más que
alcanzarlas; mantener a la ciudadanía expectante y en esperanza ante las
precarias situaciones de gobernabilidad y gestión por las que pasamos”.
Su conclusión es que “la comunicación cumple en las democracias
latinoamericanas como factor de gobernabilidad, legitimidad y
credibilidad pública” (Comunicación y política en América latina,
Bogotá, 2004).
Hoy no se puede hacer política con prescindencia
de la comunicación y lo comunicacional es escenario de acción para la
política; la comunicación puede verse como una batería de estrategias y
herramientas para llevar adelante la acción política y de gobierno. Pero
lo concreto, lo tangible son las acciones políticas y de gestión que
impactan en la vida cotidiana y no tan solo las percepciones que
aquellas generan. Hay además otra cara de la moneda: el derecho a la
comunicación como derecho humano, que supone diversidad de voces, de
fuentes, posibilidades de decir y escuchar para decidir libremente. Sin
esto corre riesgo la democracia misma. Por esa razón, en la discusión
parlamentaria sobre los DNU que crean el Ente Nacional de Comunicación
en reemplazo de la Afsca y de la Aftic no se juega tan solo el futuro de
las normas o la orientación de la política de comunicación del país. Se
debate sobre la libertad de expresión y sobre la democracia misma,
inseparable del derecho a la comunicación. Desde la oposición no se
trata apenas de denunciar a tal o cual medio, sino de comprender que en
la comunicación se juegan derechos ciudadanos y que hay allí un campo de
batalla política que debe ser enfrentado no sólo con declamaciones,
sino con estrategias y recursos. Es lo que reclamaron más de mil
personas reunidas casi espontáneamente el sábado pasado en la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA bajo el lema “ComunicaAcción”, y algo
similar pedirá la Coalición para la Comunicación Democrática (CCD) en su
encuentro nacional el próximo 3 de marzo. Lo advirtió la Defensoría del
Público en una resolución emitida la semana anterior y lo ratificaron
muchas voces de la política, de la academia y de las organizaciones
sociales: sin comunicación democrática no hay democracia y la democracia
solo puede sostenerse con pluralidad de medios, de voces y diversidad
de propuestas comunicacionales.