La SIP nunca apunta a la responsabilidad de Estados Unidos
La SIP nunca apunta a la responsabilidad de Estados Unidos
POR ASESINATOS DE PERIODISTAS EN EL MUNDO
La SIP hará en octubre su 74° Asamblea, en Salta. Nunca acusa a EEUU de responsabilidad en muertes de periodistas. Siempre condena a Cuba y Venezuela. Por: EMILIO MARÍN- La Arena
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) presume de ser periodismo independiente, nuclear a 1.300 medios y tener su sede en Miami. Esto último es cierto, lo anterior debería verificarse y lo primero, sobre su alegada independencia, es falso. Es la expresión concentrada del periodismo empresario que sintoniza con el Departamento de Estado y su correa de transmisión regional, la OEA, alias “ministerio de colonias” según la llamó en los ´60 el canciller cubano, Raúl Roa.
La SIP hace dos asambleas cada año y emite comunicados políticos, redactados con una pluma burocrática, con el estilo de los “vistos y considerandos” y resoluciones seudo periodísticas.
La última, de medio año, fue en Medellín, Colombia, el 13 y 14 de abril, en paralelo a la VIII de las Américas que sesionó en Lima con el temario cínico de “lucha contra la corrupción” (el país anfitrión acababa de perder a su presidente PKK por el escándalo de coimas de Odebrecht).
La Asamblea Anual, número 74, será en octubre en Salta. La página web de
SIP advierte que el hotel todavía está a designar. Es un dato esencial
porque estos supuestos periodistas destinan buena parte de la estadía a
turismo, comercio y diversiones. Los dramas de los trabajadores de la
comunicación les pasan muy lejos.
Mientras tanto la estadística de
periodistas asesinados sigue engrosando, pero la entidad se limita a
emitir uno que otro comunicado, sin apuntar contra los regímenes
políticos que están detrás de esos crímenes o son sus responsables de
última instancia.
En la Asamblea de Medellín estaban frescos los
asesinatos de los periodistas Leobardo Vázquez Atzin, Pamela Montenegro
del Real, Carlos Domínguez y Gumaro Pérez Aguilando en México; Javier
Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra en Ecuador; Jefferson Pureza Lopes y
Ueliton Bayer Brizon en Brasil; Laurent Ángel Castillo Cifuentes y Luis
Alfredo de León Mirand en Guatemala; Carlos Oveniel Lara Domínguez en
Honduras, Samuel Rivas en El Salvador; Efigenia Vásquez Astudillo y
Elmer Agudelo Vidales, en Colombia; y la desaparición de Vladjimir
Legagneur en Haití.
¿Qué hizo la reunión de empresarios? Emitió un
parte de cuatro líneas: “insistir a los gobiernos y autoridades de
México, Ecuador, Brasil, Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia y
Haití a que cumplan con su responsabilidad de investigar, identificar a
los responsables materiales e intelectuales de estos delitos y aplicar
las sanciones correspondientes a los involucrados en los crímenes contra
periodistas en forma oportuna”. Nada más. Ya que sesionaban en Colombia
y dos asesinados eran de ese país ¿no debían haber pedido una reunión
urgente con el presidente Juan M. Santos para reclamar por esos casos y
varios más de años anteriores? No lo hicieron. Eso suena a complicidad,
soterramiento, ocultamiento o como quiera llamarse…
Pobre México, tan cerca.
Atento
a las estadísticas de la Felap y otras entidades periodísticas, México
es hoy el país más peligroso para el desempeño de esa profesión. En lo
que va de 2018 han sido asesinados seis periodistas. El último fue
Héctor González Antonio, corresponsal del periódico Excélsior, en el
estado de Tamaulipas. El 15 de mayo fue asesinado en Villahermosa,
Tabasco, Juan Carlos Huerta. Y unos días antes en la ciudad de
Monterrey, la periodista Alicia Díaz González.
Por eso Reporteros Sin
Fronteras pone a México, junto a Siria, en el podio mundial del riesgo
para quienes ejercen el periodismo.
¿Qué es lo que tienen en común
esos dos países? Sin descartar otras coincidencias, el común denominador
es intromisión de la mano criminal del imperio.
Estados Unidos
alentó desde 2011 una guerra en Siria, disfrazada como parte de la
“primavera árabe”. Luego apoyó a los “luchadores por la libertad” que en
rigor eran los grupos terroristas de Al Qaeda y brigada Al Nusra, con
tal de tratar de derrocar al presidente Bashar al Assad. Y finalmente el
Pentágono desembarcó tropas suyas de elite y bombardea periódicamente
Siria, junto con Israel, obviamente sin pedir permiso a Al Assad. En
consecuencia, las administraciones Obama y Trump tienen que ver con el
medio millón de muertos en Siria, incluyendo un gran número de
periodistas.
En México otro tanto. Sin menospreciar la
responsabilidad de los sucesivos gobiernos, por ejemplo sólo en los dos
últimos, de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, se estima las guerras
de los narcos, policías y militares hubo 300.000 muertos. Washington
tiene mucho que ver con eso: es el mayor mercado consumidor de drogas
del mundo, que alienta a los carteles criminales y blanquea sus
capitales, y ha impulsado desde 2006 la participación de los militares
mexicanos en el supuesto “combate antidrogas”, algo similar a lo que
pergeña Mauricio Macri en Argentina.
Hasta hace unos años, antes de
Siria y México, al tope del ranking de países muy riesgosos para la
prensa estaba Irak. ¿Acaso por Saddam Hussein? No. Hubo 217 muertos
desde la invasión norteamericana entre 2003 y 2008, según datos de
Reporteros Sin Fronteras. En México los muertos fueron 26 en 2017,
totalizando 45 en el sexenio de Peña Nieto, según Resumen
Latinoamericano.
En vez de apuntar contra esos blancos (los
criminales y los gobiernos responsables del drama), la SIP en Medellín
emitió resoluciones especiales condenando a Cuba y Venezuela, donde no
había sido muerto ni secuestrado ningún comunicador, y contra la ley
Orgánica de Comunicación de Ecuador de tiempos de Rafael Correa. Para
Macri, la SIP mandó afectuosos saludos y le dio el premio de la sede en
Salta.