Bienes culturales y los periodistas
Bienes culturales y los periodistas - Nota de Opinion Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Así, por ley 25.563, en febrero de 2002, se declaró la emergencia
productiva y crediticia originada en la situación de crisis por la que
atravesaba el país y, en función de ello, se suspendió en la ley de
quiebra, la figura del llamado “cram down”. Éste mecanismo posibilitaba
que otras personas, (no la fallida) adquieran el capital social y por
ello, quedarse con las empresas en quebranto.
Pero una vez más,
la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo que, en mayo de
2002, a los tres meses de suspendido el “cram down”, por Ley 25.589 se
reinstituyó la figura en la ley de quiebra y en la nueva norma, no se
contempló ninguna excepción para las entidades comunicacionales.
Atento el peligro que se cernía nuevamente sobre las empresas
periodísticas nacionales y la posibilidad que pudieran pasar a manos del
capital extranjero, en el año 2003, se dictó la ley nacional 25.750. La
norma determinaba, en lo que aquí importa, que el Estado nacional
preservará especialmente, entre otros bienes culturales, a los diarios,
revistas, periódicos y empresas editoriales en general; a los servicios
de radiodifusión y de cable; a las productoras de contenidos
audiovisuales y digitales; a las proveedoras de acceso a Internet y a
las empresas de difusión en vía pública. Asimismo, se ordenó que no
puedan las empresas culturales ceder el control sobre los contenidos de
su producción.
La realidad demostró que las intenciones de lo que
se buscaba no se cumplieron en su esencia y para todos. Los bienes
culturales formadores de la opinión pública no podían ser sometidos a
“cram down” pero, en los hechos, se fue dando una mayor dependencia de
capitales extranjeros en el manejo de los grandes medios de difusión, y
éstos se concentraron cada vez más. Cuanto más grave ello, si los
acreedores que entraban de esta forma a participar en las decisiones
eran, por lo general, entidades crediticias extranjeras, que también
eran acreedoras de deuda externa ilegítima de Argentina, por ejemplo,
entre ellos los bancos norteamericanos JP Morgan-Chase, Goldman Sachs y
Citibank.
Así, llegamos en el año 2018, cuando queda evidenciado
que Mauricio Macri privilegia la protección de los bienes culturales
cuando le son afines y que llevan su discurso hegemónico y operan con la
fuerte presencia de bancos, como los antes mencionados o sus asesores.
Mientras tanto, el gobierno se ocupa de ir haciendo desaparecer a
aquellos medios y periodistas que no avalan su política y criterios.
Además, el objetivo de la ley de protección de los bienes culturales
era para preservar diversas expresiones de la realidad del país, con
sentido nacional y federal. Sin embargo, a Radio Nacional se la está
vaciando de contenidos locales, convirtiendo a las señales en meras
repetidora de Radio Nacional central. También en dicho medio público se
están cerrando frecuencias de FM y despidiendo periodistas, sin
descartar que existe una alarma ante la posibilidad que se busque
privatizar emisoras de Radio Nacional.
Por su parte, el Ente
Nacional de Comunicaciones (ENACOM) ha decomisado equipos de radios
comunitarias, alternativas y populares, que no pueden legalizarse
integralmente, ya que el Estado no avanza en la distribución de
frecuencias, cuando a dichos medios sin fines de lucro la ley 26.522 de
Servicios de Comunicación Audiovisual, vigente en la temática, les
reserva el 33 por ciento del espectro.
Asimismo, hay hostigamientos y despidos en la agencia nacional de noticias (Telam) y en la Televisión Pública.
Todo lo que deja en claro, que fundados en la necesidad de defender la
cultura, sólo se ha garantizado especialmente, la preservación del
capital y las ganancias de las grandes empresas comunicacionales. Y
ahora, se desarman y dejan morir a los otros medios e incluso, el Estado
quiere deshacerse de algunos de los que posee, y no para el bien de la
democratización de la palabra.
A su vez, respecto de los
llamados bienes culturales no se puede dejar de hacer presente que, en
la conceptualización de ellos, hay que cuidar a los periodistas y las
periodistas que le dan el verdadero contenido cultural, a la información
y al ejercicio de la libertad de expresión. Las grandes imprentas, las
computadoras y demás objetos del inventario empresarial, no sirven para
conformar un bien cultural, son sólo soportes. Pero, en aras de salvar
el capital, como nunca, en los últimos tiempos, se han despedido u
obligado a retiros voluntarios a gran cantidad de periodistas, no
obstante ser ellos los que hacen a la esencia y contenido del bien
cultural, que también hay que preservar por el Estado y la sociedad
toda.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado Constitucionalista y
Periodista columnista de opinión