Sobre las representaciones y lo representado
Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina
por Lic. Guillermo Moreno* por Dr. Claudio Comari* por Lic. Norberto Itzcovich* BAE
Pocas semanas atrás introducíamos algunas reflexiones relacionadas con distintas dimensiones de la política ("El día después de mañana", BAE, 15/10/18), no como ámbito de disputa de lugares de decisión en un campo establecido (la representación), sino en términos de su propio diseño (lo representado) en tanto determinación de la tasa de ganancia y la distribución inter e intra sectores económicos del ingreso nacional.
Nos parece válido retomar esta problemática, frente al hecho que, la
irrupción de Jair Bolsonaro en el estrellato de la política brasileña,
señala un significativo cambio en el sistema de representaciones del
vecino país, abriendo una serie de interrogantes que trascienden sus
fronteras.
Sin embargo, entender este evento, de por sí disruptivo,
como la trivial incorporación de un nuevo actor relevante en el
establishment político, sería simplista, ya que su paso desde la cuasi
marginalidad política al dominio del centro de la escena pública, es la
manifestación inmediata de una crisis en el sistema político que
expresó, bajo diversos matices, un modelo de acumulación de capital que
rigió desde el golpe de Estado de 1964 hasta la fecha. Por ello,
posiblemente, también sea el punto a partir del cual se torne
irreversible la transformación de las representaciones que se empezara a
expresar en el proceso de destitución de Dilma Rousseff.
Brasil
parece enfrentarse así a una nueva etapa que, atravesada por la
redefinición de la relación de los diferentes actores económicos y
sociales con las formaciones políticas que los expresarán en el futuro,
previsiblemente estará signada por la inestabilidad.
No sólo existe
una manifiesta contradicción entre el discurso nacionalista y el
programa neoliberal del designado ministro Paulo Guedes, que dificulta
saldar la crisis de representatividad, sino que, centralmente, al
ubicarse dentro del paradigma decadente del Consenso de Washington (CW),
queda a contramano de los emergentes modelos de desarrollo nacional y
las nuevas pautas que comienzan a regir las relaciones entre las
naciones.
Se abre el interrogante, hacia el mediano plazo, sobre si
Bolsonaro no será, el último paso intermedio hacia la génesis de una
nueva superestructura política que, finalmente, ponga en discusión el
patrón de acumulación sobre el que se sustentó el orden que hoy está en
cuestión.
Mientras tanto, de este lado del Río Uruguay, ello da pie a
profundizar la reflexión en torno a la instauración de un Modelo de
Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS), especialmente
desde el punto de vista de cómo la expresión en términos políticos de
necesidades, intereses y aspiraciones de los conjuntos sociales, se
vincula con su participación en la generación y distribución del ingreso
total.
Historias que se cruzan
En un esquemático repaso
histórico1, hay paralelismos y perpendicularidades a las que vale
atender para una mejor comprensión de los procesos en curso en Brasil y
Argentina.
La desigual industrialización en los países de
Iberoamérica, durante la primera mitad del siglo pasado, produjo
duraderas huellas en las sociedades.
Las transformaciones de las
matrices productivas, y la aceleración en el paso de sociedades
agro-ganaderas y rurales a entramados urbanos con mayor participación de
la industria y los servicios, dieron nacimiento a nuevos actores
económicos y sociales, que colisionaron y pusieron en cuestión los
esquemas económicos hasta entonces vigentes.
Surgen en el período,
las expresiones políticas nacionalistas-populares como las encarnadas
por Getulio Vargas en Brasil o Juan D. Perón en la Argentina, como
expresión de esos actores secundarizados o marginados por el orden
conservador, formaciones cuyas evoluciones resultaron determinantes
hasta el día de hoy.
En el caso de Brasil, el golpe de Estado que
derrocó a João Goulart, logró configurar un modelo de acumulación que
dio viabilidad a la asociación de las antiguas oligarquías con una
significativa parte de las capas altas y medias emergentes. Ello
significó, a su vez, la partición del entramado que dio sustento a la
experiencia de aquel nacionalismo brasileño, hasta la final dilución de
esa tradición, por lo que los segmentos sociales excluidos, numerosos
por cierto, privados de sus "alianzas naturales", carecieron de volumen
suficiente para engendrar representaciones políticas relevantes o
centrales.
Es a partir de allí, que se desarrolla un proceso en el
que las lógicas tensiones y las adaptaciones a los escenarios
cambiantes, se dan sin volver a poner en cuestión los trazos centrales
de la estructuración económica nacional, determinando, a la vez, la
notable estabilidad del sistema político brasileño, que va evolucionando
hacia los postulados del CW, vía diferentes versiones y combinatorias
de sus dos expresiones icónicas (la socialdemocracia y el
neoliberalismo), aun ante la incorporación de nuevas figuras y
formaciones relevantes. De allí que fuera posible que Dilma Rousseff
cediera las riendas de la economía al neoclásico Joaquim Levy.
En nuestras latitudes, por el contrario, la inestabilidad se convirtió en la regla.
Es
que, así como el peronismo no pudo terminar con el orden oligárquico
conservador, este último, aunque sí fue capaz de interrumpir el
desarrollo del modelo del nacionalismo popular criollo, no pudo ofrecer
un esquema económico idóneo para la incorporación de otros actores en
una alianza de carácter permanente, ni desarticular los altos niveles de
organización social alcanzados, especialmente por el movimiento obrero.
De
manera que quedan en pie dos contendientes de peso, que al mismo tiempo
no logran la entidad suficiente para imponer su hegemonía, dando lugar
al proceso pendular que vivimos los argentinos desde hace prácticamente
80 años.
Permanente y de pleno empleo
Decíamos en uno de los artículos2 citados:
"El
esquema económico de la alianza Cambiemos recorre sus estertores. La
causal estructural, expresada en la inconsistencia de los diseños de
política económica, radicó en la imposibilidad de establecer un modelo
de acumulación de capital viable.
En las economías modernas, la
posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende
de la tasa de inversión. El quantum que ésta alcance, inter e intra
sectores, determina, entre otros aspectos, el gradiente que ordena a los
beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en
algunos modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados",
al decir del papa Francisco, de toda recompensa.
Nos enfrentamos
entonces, a un período en el que las litis por la distribución de los
espacios de las representaciones quedan secundarizadas por la dimensión
más amplia de la política, que no es otra que la que define quiénes
serán los ganadores y los perdedores a partir de instaurar un sesgo
distintivo en el proceso de acumulación de capital futuro."
Como
hemos remarcado en otras oportunidades, la puesta en marcha de un modelo
de desarrollo económico implica disponer de las rentas
extraordinarias3, pero, vale reconocer, existen diversas perspectivas no
sólo respecto a su cuantía sino, especialmente, a su utilización.
Para
el enfoque que postula como inevitable, aun cuando la economía
funcionara al máximo de su potencial, la existencia de ciertos niveles
de desocupación y de pobreza, definidos como "estructurales", dichas
rentas extraordinarias deben ser aplicadas, bajo diversas modalidades,
en la subsistencia de aquellos sectores marginalizados.
Esta visión,
sin embargo, pone en irresoluble colisión los aspectos aspiracionales
con la perpetuación del status quo de una extendida franja de la
sociedad.
Otra mirada, presupone que aquellas deben ser utilizadas
por el propio Estado, quién asume así el rol de dinamizador de la
economía, y las aplicará de acuerdo a las prioridades que una
preexistente planificación económica les asigne, razón por lo cual, la
imprecisa definición del papel del empresariado, no parece ofrecer
estímulos suficientes para participar de una alianza perdurable.
Por
último, la perspectiva que nos seduce, es la que plantea que dichas
rentas deben ser distribuidas en la totalidad del entramado empresarial,
con el objetivo de mejorar sus estructuras de costos y, por ende, sus
precios de comercialización. Ello garantizará la hegemonía de esas
compañías en el mercado doméstico, al tiempo que facilitará su adecuada
inserción en los flujos internacionales de comercio4, asegurando de esta
manera el pleno empleo de los factores productivos.
Las condiciones
del Nuevo Orden Internacional, no podrían ser más favorables, al
permitirnos apelar a la administración del comercio exterior como
instrumento (transitorio) de protección y fortalecimiento del aparato
productivo nacional.
Se trata, ni más ni menos, de resolver el
desafío de articular armónicamente la participación de los diferentes
actores de la sociedad en la estructura económica, en un modelo viable
desde el punto de vista productivo, capaz de reproducirse en forma
ampliada y dar origen, en el nivel de la superestructura política, a las
representaciones que expresen dicha alianza.
A diferencia de lo que
acaba de acontecer en Brasil, eso es lo que estará en juego en las
próximas elecciones generales de la Argentina: la discusión de la
representación en términos de lo representado.
De allí lo desafiante de los meses por venir.
*MM y Asociados
1 Por razones de espacio debemos apelar a simplificaciones y síntesis más allá de lo deseado.
2 “El día después de mañana”, BAE, 15/10/18.
3
Estas, tal como definimos en nuestro artículo “Cómo seguimos” (BAE
Negocios, 29/1/18), están constituidas por “aquellos beneficios
redundantes, que se generan en el mercado, independientemente del
trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer la exclusividad de la
explotación de algún recurso natural”. Esa característica, en Argentina,
la cumplen algunas tierras y la energía fósil, constituyéndose, en
consecuencia, en los vectores de competitividad de nuestra economía.
4
Como señalamos en “El nuevo Nuevo Mundo” (BAE Negocios, 22/10/18), el
diseño del nuevo ciclo de integración económica, adaptado a las
necesidades de nuestro modelo de desarrollo, requerirá, además de
redefinir la relación con Brasil, extender los horizontes de nuestro
intercambio comercial en un esquema de articulación que integre a todas
las naciones hispanoparlantes de América del Sur, en un conjunto
armónico de economías complementarias.